Ya nada será igual después de esta
batalla. Se podrá ganar o perder en la contingencia, podrán seguir corriendo la
raya del billete verde, podrán agregarle anexos al desacato del juez Griesa y
declararnos rebeldes de por vida desempolvando el delito de ser “el hecho
maldito del país burgués”, como aclaró John William Cooke; pero no podrán volver
atrás el reloj de la historia.
Ya no.
Esta vez no hay cañonera navegando el
río ni helicóptero sobrevolando una plaza chorreando sangre.
Esta vez hay dignidad y orgullo de
sentirse argentinos.
Y hay amor, inteligencia y paz
enfrentando al odio organizado que nos tiran diariamente por los grandes medios.
¿Cuál es el cuadro de situación real?
Un mundo en llamas que sigue
provocando incendios en todas las praderas.
El capitalismo global en su última
etapa de concentración financiera, que busca disciplinar a todos los países del
planeta e impone con tal fin una vieja receta: re-re endeudarlos para cortar
las alas de cualquier intento de desarrollo autónomo.
Poco o nada podrían lograr esos
buitres si no contaran con sus delegados entre nosotros mismos.
La Argentina es acosada por afuera y
por adentro de sus propias fronteras.
Ante semejante ataque, cualquier otro
gobierno hubiese sucumbido hace mucho rato. Sin pena ni gloria. Eso sí, con
mucha dosis de “sentido común” formateado por la prensa hegemónica. Para que
los candidatos opositores pregunten por ventanilla:
“¿Dónde hay que firmar la sentencia
de remate? ¿Dónde hay que pagar la primera cuota de otro endeudamiento serial?
¿Dónde hay que buscar el libreto que justifique una nueva rendición y
frustración de viejas causas perdidas?”
Nada de eso sucederá esta vez. Ya no.
La Presidenta fijó su propia línea de
defensa inclaudicable y al hacerlo, fijó la defensa de toda una nación y un
pueblo.
Es preciso repasar las huellas que la
historia nos dejó para saber qué cosa es ser la patria y qué cosa es ser
colonia.
Bernardino Rivadavia entregando la
flota a Londres para pagar sus deudas, dejando desguarnecidas a nuestras Islas
Malvinas para que cayeran bajo el Imperio Inglés en 1833.
Rivadavia y la Baring Brothers y el boicot permanente al Libertador José de
San Martín para evitar que cruce la cordillera y libere pueblos y amplíe las
fronteras de la Patria Grande.
De Rivadavia a Mitre se cavaron las
guaridas donde hoy se referencian los popes tan mediocres de la actual
oposición política mediática.
¿Tendrán a Rivadavia y Mitre de libro
cabecera el locuaz Binner, Macri, Massa, Carrió y al frente de ellos Magneto y
Paul Singer?
Es más digno saber y decir que la
palabra justa de Cristina tiene su antecedente luminoso en don Juan Manuel de
Rosas, en Hipólito Yrigoyen, en Juan Domingo Perón, en Arturo Illía, en Raúl
Alfonsín y en Néstor Kirchner; decirlo no sólo para defendernos de la
destemplanza del bastardeo opositor, sino porque entramos de lleno a una nueva
fase antimperialista que le da contenido y sustento a este último ciclo del
neoliberalismo y entonces es preciso repasar la historia para saber de dónde es
que venimos los argentinos.
El presidente Kirchner plantándose
frente a Bush en Mar del Plata diciéndole que No al ALCA, acompañado por Chávez
y por Lula.
El presidente Alfonsín plantándose
frente a Ronald Reagan en la Casa Blanca en defensa de la dignidad de nuestro
país.
El presidente Illía plantándose
frente al acoso de los laboratorios extranjeros y al gobierno de los EE.UU. que
pretendía sumar a la Argentina a favor de la invasión norteamericana a Santo
Domingo.
Repasemos un poco más atrás aun.
Hablando del Combate de la Vuelta de
Obligado, en 1845, escribía Rosas a San Martín:
"Todos mis esfuerzos siempre
serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con los poderes
interventores de un modo tal que, nuestra honra y la independencia de estos
países, como de la América toda, queden enteramente salvos e incólumes."
Un siglo después, en 1920, cuando el
presidente Yrigoyen comprueba que la Sociedad de las Naciones sólo se
constituía para legalizar la guerra de las grandes potencias, ordena el
abandono de la misma y dice:
“Postergada la igualdad de todos los
Estados soberanos, el Gobierno argentino entendió que sin la aceptación de
dichas bases fundamentales no se llenaba el ideal que él tuvo en vista al
adherirse a la formación de la Liga de las Naciones para asegurar la paz de la
humanidad y en consecuencia postergada su consagración, la delegación argentina
procedió a retirarse del seno de la Asamblea.”
Decía Perón al proclamar su
candidatura el 12 de febrero de 1946: “El pueblo argentino, el auténtico pueblo
de la Patria, repudia esa intromisión inconcebible y su indignación desborda y
supera largamente la alegría enfermiza de los que se alinean presurosos en las
filas del señor Braden. Los viejos políticos venales recogen sus palabras y
hacen con ellas sus muletas, se sienten redimidos y perdonados, sin darse
cuenta que son ahora más miserables aún, afiliados y subordinados al
extranjero, dentro de los propios confines patrios.”
Cualquier parecido con la realidad
actual, no es mera coincidencia.
El reciente discurso de la Presidenta
en la ONU y luego en la Casa Rosada, plantándose ante los fondos buitres y
defendiendo sin dobleces la soberanía nacional, es continuidad de aquellos
otros memorables mensajes presidenciales.
Volvamos a Cooke, porque es justo
recordar en estos días aquella histórica sesión del Congreso, en 1948, cuando
debatían el proyecto de Reforma de la Constitución y él decía con lucidez y
belleza de estilo: “Este es el balance de una generación que se niega a vivir
en adulterio mental con lo extranjero. Estamos, bien o mal, haciendo; estamos
en una especie de voluntarismo que nos está colocando en el puro hacer, por
encima de todo pesimismo. Hacer, como dijera un filósofo, es el antinihilismo;
hacer es la rebelión contra la nada”.
Como se verá, la actitud valiente de
Cristina tiene los años de la patria.
Y
honra lo que canta nuestro himno nacional:
“Y los libres del mundo responden ¡al
gran pueblo argentino, salud!”
Miradas al Sur, domingo 5 de octubre
de 2014
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