viernes, 20 de diciembre de 2013

Una bisagra en la historia




“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” bramaba aquel 20 de diciembre de 2001 el pueblo reunido en Plaza de Mayo.
Era el fin de un ciclo, pero no lo sabíamos bien.
Sí sabíamos que era el final del gobierno endeble de Fernando de la Rúa. El helicóptero blanco yéndose del techo de la Casa Rosada fue desde entonces el símbolo mayor del desamparo estatal. Los dos días, el 19 y el 20 de diciembre, se enhebran en nuestra memoria  tan armónica y dolorosamente como sólo la historia sabe y puede hacerlo.
Cuando De la Rúa anunció el Estado de Sitio sobre la piel curtida de este pueblo, por la dictadura y el salvajismo económico que la sucedió, no sobrevino el miedo ni la quietud de la desolación,  sino una indignación social masiva que rompía los diques impuestos por el modelo neoliberal.  
Los balcones y ventanales fueron la voz batiente y generalizada llamando a repudiar el vano intento de volver atrás el reloj de la historia.
Se decía entonces que los saqueos en el conurbano y en distintos lugares del país estaban organizados y estimulados por la derecha más siniestra de un sector del PJ.
Se decía que, de todos modos, había que admitir que había hambre y miseria que los justificaba. Se decía que había que quedarse en las plazas hasta que “los políticos” se vayan de una buena vez.
Y quizá todo lo que se dijo en esos días sean una parte de la verdad completa.    
Lo cierto es que entonces éramos un país destrozado, con miles y miles de fábricas cerradas, con 8 millones de desocupados, con ahorros incautados en los bancos, con descuentos impuestos en salarios y jubilaciones, con miles de compatriotas buscando la salida en el aeropuerto de Ezeiza y en las embajadas extranjeras, con la muerte de pibes por desnutrición batiendo un récord vergonzoso y lacerante, con la soga del FMI atada al cuello.  
Éramos un país sin presente ni futuro ni proyecto de nación. Por eso la resistencia de ambos días contra el escarnio sufrido fue una bisagra en la historia.   
El 21 asesinaron a Pocho Lepratti, el Ángel de la bicicleta. Tiempo después, ya con Duhalde en la presidencia, asesinan a Kosteki y Santillán.
Y  la pregunta surge como un clamor que nos interpela: ¿Qué tiene que ver este país de ahora, el que se construyó con las presidencias de Néstor y Cristina, con aquel país desolado por la  represión y la falta de trabajo?
“Nada que ver” es la respuesta.
Y una reflexión final: también un 20 de diciembre, pero de 1994, México devaluó su peso y produjo el  “Efecto Tequila” que enfermó de gravedad nuestra economía.
Hoy el mundo sufre la peor de sus crisis y sin embargo el país está de pie.
Por eso bailamos y cantamos.
Y  atentos por si vuelven los fantasmas. 

El Argentino, viernes 20 de diciembre de 2013




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