lunes, 9 de diciembre de 2013

El último día de la dictadura



Hasta el 9 de diciembre de 1983 el presidente era un general llamado Reynaldo Bignone.
Gobernaba entonces la dictadura militar, la más sangrienta de la historia argentina.
Ese general lejos estaba de imaginar que 30 años después terminaría sus días preso y acusado por delitos de lesa humanidad.
Hoy es un ex general  y un ex presidente de facto.
Pero en tiempo presente, siempre será un  genocida. La democracia lo hizo.
Es una fecha de relieve en la historia americana. El mismo día de 1824 sucedió la Batalla de Ayacucho, esa donde los historiadores coinciden en que el triunfo del Ejército libertador encabezado por el General Antonio José de Sucre, consolidó la Independencia de América del Sur.
Y Sucre, como Bolívar y como San Martín, seguirán siendo por los siglos de los siglos Generales de la Patria en tiempo presente.
La historia y la memoria colectiva marcan la diferencia entre los grandes hombres y los pequeños hombres que pasaron por aquí.
Mañana cuando la Plaza de Mayo y otras plazas pueblerinas vuelvan a llenarse de pueblo habría que recordar que atrás de los festejos bien ganados por los 30 años ininterrumpidos de democracia, corrió un río de dolor y sangre por esas mismas calles y esas mismas plazas para llegar a este país de 40 millones que hoy somos.  
Desde esas convicciones las nuevas generaciones portan hoy las banderas de Memoria, Verdad y Justicia.
No todo está alineado tras la democracia conquistada.
El odio y el revanchismo de los medios dominantes del poder dominante, esos que antes instrumentaron a las fuerzas armadas para seguir dominando, robando y matando, hoy pretenden instrumentar y estimular a las policías provinciales.
La extorsión policial actúa así cual si fuera el último lastre de aquel Estado represor.
Tampoco pasarán.
Mañana cumpliremos 30 años ininterrumpidos de vida democrática. Pero hoy cumplimos 30 años del último día de la dictadura. Y también hay que recordarlo.
La vuelta de los presos políticos. No todos, la mayoría.
La vuelta de los exiliados, no todos, muchos de ellos.
La vuelta de los ex Combatientes de Malvinas, los que pudieron volver.
La vuelta de los pibes a la militancia, no todos, pero muchos.
La dictadura se jactaba de su auto amnistía, del olvido por decreto  y de los últimos zarpazos contra militantes populares como Osvaldo Cambiaso y  Pereyra Rossi.
Se iba la dictadura y volvía la vida.
Los únicos que no volvieron fueron los muertos queridos y los desaparecidos.
Mañana tendremos la posibilidad que nos da la vida de volver por ellos y con ellos.
Y entonces bailaremos, cantaremos y lloraremos si nos dan las ganas.
La democracia, al fin, sirve para eso: para vivir enteramente libres. 

El Argentino, lunes 9 de diciembre de 2013

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