domingo, 19 de mayo de 2013

Entre lo viejo que se muere y lo nuevo que nació



Terminó la semana. Y se murió Videla.
El Grupo Clarín inventó su propia “intervención”. Mauricio Macri se arrodilló con su DNU ante el altar de Magnetto. Fueron de fracaso en fracaso en cada operación contra el gobierno de Cristina y la memoria de Néstor. Se conocieron las cuentas con que el Grupo lavaba su dinero. No existe más el progresismo cuentapropistas; sólo queda Binner jugando a la rayuela con Lanata. No existe más la oposición; sólo queda Magnetto.  
Aún así no son “días raros” los que vienen sucediendo en la Argentina, como acostumbran a decir algunos. Son días que expresan con toda sonoridad, un momento culminante y apasionante de nuestra historia. Y eso es otra cosa.
Hay un genocida que muere en soledad, preso, condenado y repudiado por la sociedad.
Y una joven democracia que desde que se llenó de memoria, verdad y justicia, baila tan linda en la plaza del pueblo que dan ganas de abrazarla y arroparla de ternura a cada rato.
Venimos hablando del poder últimamente porque estamos convencidos que la historia ya no se define por penales sino por convicciones; ese atributo que inauguró Néstor Kirchner y profundiza Cristina.
En eso estamos. Y es bueno que suceda.   
El poder dominante en las últimas décadas siente, como nunca antes, que ha perdido el poder hegemónico absoluto a nivel estatal y a nivel cultural.
Olfatean, con astucia y pragmatismo, que algo se rompió en las entrañas de la sociedad  y que ha partir de esa ruptura se liberó energía hacia el lado de la vida que ellos no controlan.
Y entonces vociferan por los altavoces del gran circo mediático que “ha llegado el fin del mundo”. 
Las convicciones de los antes dominados, por el contrario, se encuentran desplegando  un arsenal de sueños y proyectos de la mano del Estado y el movimiento identificado con el gobierno nacional. Los sectores populares avanzan todo el tiempo, recuperando espacios nunca antes explorados y otros que se conocían de antiguas experiencias y dejaron sus huellas, pero que se fueron perdiendo a lo largo del tiempo.  
Esas dos fuerzas antagónicas, el viejo poder económico concentrado y el movimiento nacional y popular, encontraron al fin un punto de máxima confrontación en la disputa por la comunicación y la justicia.
La batalla por la hegemonía cultural se configura así, en la pugna por el andamiaje comunicacional y el andamiaje jurídico del sistema.
Uno de los polos en esa pugna es la democracia; el otro es el monopolio.
El Grupo Clarín siente que ambos andamiajes le pertenecen por derecho de pernada. Y juega sucio en la defensa de “su patrimonio”.  
Es que para ellos, imponer diariamente la agenda política y contar con el reaseguro del sistema judicial, es tener definitivamente el poder. No todo es cuestión de poseer capital monetario acumulado. La clave, para ellos, es que ese capital esté eficaz y políticamente administrado desde el manejo del principal aparato del Estado: el poder judicial.
La grieta que produjo el proceso político abierto por Néstor Kirchner en el 2003, continuada y profundizada desde el 2007 por Cristina y coronada recientemente por el conglomerado de jueces y magistrados, fiscales y abogados reunidos en Justicia Legítima, explica porqué aquel viejo poder unifica personería mediática y judicial en el programa dominguero de Lanata y en su onda expansiva durante la semana.
Parece que están a la ofensiva, pero se están defendiendo, retrocediendo a sus lugares conocidos. Por eso operan sólo desde su retaguardia. No ocupan otro terreno.  
Y el tiempo pasa raudamente y el Grupo sabe que si no renuevan el polvorín disuasivo y represivo corren el riesgo de agotar sus municiones políticas y mediáticas más temprano que tarde.
Ese es el drama que vive el monopolio Clarín, el  “único contrapoder real contra el kirchnerismo” como lo calificó la diputada Carrió, funcionaria judicial del proceso que comandó el genocida muerto.
Si hoy se montan tan rabiosamente sobre el caballito de batalla “contra la corrupción” es  porque se quedaron sin política y se quedaron sin liderazgo ni representación creíble ante la sociedad. Y lo que es peor para ellos, también en esa cruzada “anticorrupción” los verdaderos corruptos del viejo poder van derecho a otro fracaso estrepitoso.
La verdad tarda, pero llega.  
Ahora giremos la mirada hacia el campo democrático.  
Todo se entiende en su contexto y en su dialéctica.
Lo descripto hasta aquí, en este sentido, no sería posible sin el crecimiento y la consolidación de la democracia inclusiva y cada vez más participativa del proyecto de país que lidera Cristina.
A la política de reparación social, posiblemente el viejo poder la soportaba de pie hasta  un próximo recambio de gestión estatal. Pero lo que le resulta insoportable es que el gobierno y un sector claramente representativo de la sociedad se hayan largado a disputarle el valor de uso de la palabra y ahora también del sistema judicial.
“Eso si que no”, habrá  dicho Magnetto y compañía.
Pero el kirchnerismo es apenas la punta de iceberg de un movimiento sísmico que se ha producido en lo más profundo de la sociedad y que en su búsqueda de mayor cantidad y calidad distributiva del poder democrático, no vacila a la hora de ocupar todos los espacios que lo legitimen. Está ocurriendo eso. No pasa por la definición mediocre que desaportan los que afirman que “esta es una pelea entre dos monopolios” o es “una batalla excluyente entre el gobierno y Clarín”.
Las capas geológicas de nuestra historia como nación y pueblo se están acomodando definitivamente. Y es eso lo que viene pasando.
Hasta Macri recurre al viejo afán mitrista de separar la Ciudad de Buenos Aires del país federal. Es que la derecha se quedó sin argumento eficaz para el nuevo siglo.
No recurren a los libros de la hasta hoy llamada “historia oficial” para inspirarse y ser creativos, sino para repetir a Mitre antes y después de Pavón.
El campo nacional y popular, en cambio, sigue avanzando. Aunque a veces parezca que está a la defensiva.
Entre lo viejo y lo nuevo anda la vida.


Miradas al Sur, domingo 19 de mayo de 2013

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