martes, 16 de abril de 2013

Cuando se gana y cuando se pierde



En el año 2007 el presidente Hugo Chávez recibió la noticia de una derrota electoral por una diferencia que no alcanzaba los 30 mil votos.   
Reconoció el triunfo de la oposición sin titubear.
Como un verdadero líder democrático.
En el año 2009 el presidente Néstor Kirchner recibía los cómputos que daban una difusa derrota electoral en la provincia de Buenos Aires por uno o dos puntos de diferencia.
Le puso el cuerpo al momento y reconoció los resultados.
Como un verdadero líder democrático.
En el año 2013, este pasado domingo, el bolivariano Nicolás Maduro se impuso al candidato opositor Henrique Capriles por una diferencia cercana a los 300 mil votos.
Sin embargo, el opositor Capriles niega la victoria de Maduro y la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano.
Ahí están a la vista las distintas conductas éticas y políticas de los dirigentes.
Que en paz y en democracia, nuestros pueblos y la historia que vienen escribiendo en todo el continente, los juzgue como corresponde.
La victoria de Maduro acontece después de la irreparable pérdida del fundador del movimiento bolivariano y líder indiscutido venezolano. No es un dato necrológico más, sino un cimbronazo político y cultural del que aún no salió indemne el proceso de cambio en el país hermano.
Por eso esta victoria vale doble.  
Maduro irá creciendo con su pueblo. Su crecimiento significará el desarrollo horizontal en la representación que construya el pueblo para garantizar y  profundizar las conquistas sociales. Y ese desafío empieza ahora.
La victoria de Maduro era, además, una necesidad de Venezuela y de América Latina. No da lo mismo que gane la derecha en cualquiera de nuestros países. Porque no está en juego la suerte personal de los candidatos.
Lo que se juega es el destino de nuestros pueblos. Hay mérito suficiente, como el consignado en los primeros párrafos, para garantizar que ninguna victoria será a cualquier precio.
Ganó Maduro por un voto, ponele. Pero ganó.
Perdió Capriles por un voto, ponele. Pero perdió.
Los movimientos populares nunca fueron tramposos ni golpistas. Respetan a rajatabla el resultado de la voluntad popular.
No sucede lo mismo con la derecha.  
Ahora van por la Argentina con su campaña de limar la credibilidad en los gobiernos populares.
La acusación de Lanata y la repetición manipuladora del monopolio mediático de Magneto no es nada original. El pionero fue el viejo Mitre.
Hagamos memoria: cada vez que atacaron al pueblo y a su juventud empezaron por desprestigiar a sus gobiernos.
Lo sufrieron Yrigoyen y Perón. Hoy lo sufre Cristina.   
No hay nada que temer.
Estar del lado de Cristina es estar del lado de la vida, la verdad y la democracia.  

El Argentino, martes 16 de abril de 2013

1 comentario:

erreceteana dijo...

Claramente tiene la anuencia de la Embajada de EEUU para hacer lño que está haciendo, aunque fuera una diferencia de 10 puntos lo hubiera hecho. La derecha nunca acepta derrotas.