jueves, 7 de marzo de 2013

Mientras miro ese pueblo pasar



Son miles y miles los venezolanos y venezolanas que desfilaron estos días de marzo  armados de dolor  en el último adiós al Comandante Chávez.
Y están armados hasta los dientes.
La mayoría de ellos, pobres desde siempre. Pero ya no para siempre.  
Con Chávez recuperaron derechos conculcados e inauguraron otros. 
La marea roja que se mece a lo largo y a lo ancho de Caracas, tiene millones de nombres pero un solo apellido: Chávez. Mientras estén unidos, todos ellos son Chávez. El chaval que limpiaba parabrisas en las calles y ahora es primera voz en el Coro Nacional. La mulata que aprendió a leer y escribir “Somos la patria de Bolívar” gracias a Chávez.
El trabajador, el maestro, el musiquero, el militar, el médico, el ingeniero, el arquitecto que ayuda a construir las casas de los que antes estaban condenados a nacer y morir en una tapera colgada de los cerros. Todos ellos saben que son Chávez.
Y ahora que el Comandante ya no está, saben que vendrán por ellos si se descuidan un segundo.
Vendrán por las viviendas, por los hospitales públicos, por los teatros abiertos para todos, por las plazas libres llenas de pueblo, por las escuelas y universidades populares.
Vendrán por la paz, la canción y la alegría.
Por eso se entienden las consignas abonadas con el llanto de esa multitud: No pasarán. No volverán. Rodilla en tierra, antorcha en mano. No volverán los que gobernaban antes. Los injustos, los envenenados de odio a las mayorías, los rapaces, los corruptos, los represores, los genocidas, los pitiyanquis no volverán.
Mientras miro ese pueblo pasar y aunque me lastime el alma, no dejo de preguntarme:
¿Tuvieron que dejar su vida en el destierro San Martín, Artigas y Bolívar para que tengamos una misma  historia como Patria Grande?
Sí.
¿Tuvieron que morir Néstor Kirchner y Hugo Chávez para que entendamos de una vez por todas  que esa Patria Grande ha nacido de nuevo, después de 200 años de desencuentros, derrotas y dolores colectivos?
Sí.
¿Tuvieron que desaparecer 30 mil hombres y mujeres con la dictadura para poder construir hoy un país para todos y sin violencia?
Sí.
Quizás esta sea una manera de interpretar la historia y de convencernos que esas muertes, iluminadas de vida, no fueron muertes en vano.
Los presidentes latinoamericanos, dijo Cristina, se parecen a sus pueblos.
Es hora de agregar, quizás, que esos presidentes, en su mayoría, caminan al compás y la velocidad que el proceso histórico tomó desde aquella vez que en una esquina cualquiera, se encontraron por primera vez Lula, Chávez y Kirchner.
¿Será esta la hora en que los pueblos y sus representantes caminen todos a igual cadencia y velocidad?
Definitivamente, sí.

El Argentino, viernes 8 de marzo de 2013

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