lunes, 4 de febrero de 2013

Algo huele mal en Córdoba



El hombre de la calle anota en su libreta los frentes de tormenta contra el gobierno nacional y se conmueve, orgulloso, al repasar la lista.
No hay enemigos internos a la vista.
Las preocupaciones de Cristina están puestas en la amenaza cobarde y cínica del FMI, las acechanzas de los poderosos fondos buitres que secuestraron nuestra Fragata Libertad y que ahora amenazan con comernos los ojos; en la piratería de la Gran Bretaña que aumenta su depredación y violencia armada en nuestras Islas Malvinas; en los que se creen con derecho a dictarle a la Argentina soberana qué hacer y no hacer con su política interna.
¿Qué se creen estos cosos?
Pero hay patrullas locales, células dormidas y despiertas que trabajan para los de afuera contra los intereses de los argentinos.
El hombre de la calle gira la mirada al interior del país y se encuentra con los titulares y editoriales de Clarín, La Nación y asociados los que sin pudor alguno gatillan sus insultos contra la presidenta a favor de los ingleses, a favor de los fondos buitres, a favor del oscuro laberinto que impide encontrar justicia para con los muertos y heridos en el cruel e inhumano atentado terrorista a la sede de la AMIA.
De los que disparan por la espalda contra la esperanza de un pueblo, se distinguen por sus volúmenes institucionales, dos de las gobernaciones de las principales provincias, Córdoba y Santa Fe, a la que se agrega la Ciudad de Buenos Aires, gobernada por Mauricio Macri.
Ya se sabe.
Santa Fe con el narco ametrallando con protección policial y judicial y Buenos Aires metiendo balas y gases contra los vecinos que defienden el espacio público.
Y se sabe de Córdoba.  
Al disparate del gobernador De la Sota de no querer pagar impuestos federales y voltear la antena de la TV pública, se le suman ahora las amenazas de muerte a un testigo en los juicios por crímenes de lesa humanidad por parte del mismísimo Jefe de Policía de la provincia y otro hecho que enciende las alarmas de la democracia.  
Transcurrió el pasado 26 de enero con la patoteada cobarde de un control policial contra jóvenes militantes del Movimiento Evita que regresaban del acto solidario con los jóvenes baleados en Rosario.
“Nosotros si queremos los hacemos desaparecer” fue la amenaza.
Esto sí que hiela la sangre.
Es aquí donde la democracia, con toda la fuerza de la ley, debe dictar un “¡Alto ahí!”.
Esta vez no pasarán impunes como lo hicieron con el “Navarrazo” golpista que derrocó al gobernador Obregón Cano y del que se dice participó el propio De la Sota.
En la Argentina de Néstor y Cristina el respeto a los derechos humanos es nuestra ley primera.
Es hora que lo sepan los gobernantes.  

El Argentino, lunes 4 de febrero de 2013

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