domingo, 16 de septiembre de 2012

La larga caminata de los argentinos




El país se compone de partes diferentes.
Cuando esas partes entran en combustión, la historia se acelera.
O avanza o retrocede.
O más inclusión social o más exclusión.
Dependerá de la relación de fuerzas en cada etapa.
Es lo que viene ocurriendo en la Argentina.
Con este prisma analizamos la marcha de las cacerolas por un lado y la marcha del proyecto de país que conduce Cristina Fernández de Kirchner, por otro.
Escapamos así de la pereza y la languidez dulzona de meter la cuchara siempre del lado presuntamente más “republicano”, ahorrando los lugares comunes de un “consensualismo” que resulta siempre estéril e impotente.
Donde hay tensión, hay vida. Donde hay conflictos de intereses, hay política.  
Lo contrario sería retornar al tiempo donde la democracia estaba atada al corral de los poderosos y sólo se nos permitía acercarnos para fotografiarla o muy de vez en cuando, sacarla a bailar.
Esta vez la democracia está libre de ataduras y camina descalza por las calles del pueblo con la melena al viento.
Todos estamos libres de ataduras.
Hasta los fisgones y miserables que dibujan tapas misóginas, reaccionarias y violentas. Hasta los dueños del monopolio Clarín que se pasan por el traste los mandatos de la ley y las resoluciones de la Suprema Corte.
Son todos libres, sin miedo a nada ni a nadie.
Hasta los que piden “seguridad y libertad”, pero convocan a la muerte de “los aborrecibles K”.   
Esa parte de la querella histórica tiene fecha de vencimiento el 7 de diciembre próximo. Por eso agita las aguas y las contamina de pirañas para intentar un último mordiscón contra la larga mano de la justicia.  
Por eso no es cierto que haya sido una movilización espontánea, con el mismo odio, el mismo desprecio de clase, la misma consigna nazi-fascista maquillada levemente de “libertaria” para pedir como lo hicieron que se vayan “los negros”, “los vagos”, “los peronchos”, “los que quieren que se vote a los 16”, “los que viven fácilmente del subsidio de la Asignación Universal por Hijo”.
El verdadero Estado mayor de la reacción en este país nunca estuvo en el edificio de Paseo Colón o en una guarnición militar. Estuvo en la Sociedad Rural, las oficinas de La Nación y en las últimas décadas, allí donde vomita fuego el diario Clarín y sus repetidoras de radio y TV.
Esta última es la nave insignia del contra ataque opositor. Desde allí operan y construyen eso que llaman maliciosamente “la opinión pública”. Desde allí instruyen a sus gerentes políticos, sean células activas o dormidas, a desatar temporales o pintar de “pacifista” y “dialoguista” a Macri.   
La gente fue movilizada porque Magneto tuvo la habilidad y la contundencia de saber  tocar la víscera sensible de esa parte de la sociedad que en todo tiempo y lugar de nuestra historia se caracterizó por su desprecio a todo lo que huela a nacional y popular.
Lo hicieron los medios hegemónicos de turno contra Yrigoyen, Perón e Illia. Y ganaron. Los tres fueron derrocados por las fuerzas cívicas militares en cada instancia.
Y aquí empiezan los dilemas y problemas acuciantes para la recomposición del cuadro deseado por el monopolio.  
Porque hoy carecen de jefes de cuarteles y lo que es peor, carecen de jefes de comités.
En consecuencia, se da la paradoja que esa multitud convocada y estimulada por el monopolio, es útil para golpear y provocar ruidosamente en las calles, pero sin capacidad ni voluntad para alumbrar desde el odio una dirigencia que lo represente. Sólo cerraría la ecuación con Magneto candidato. ¿Se animará? Si Berlusconi lo hizo en Italia, ¿porqué no?
Esa gente que cacerolea interpela a  sus potenciales representantes, los políticos de la oposición, marcándole el carril por donde deberán correr: por la derecha. Siempre.
Al gobierno de Cristina no lo interpela, sino que lo acusa, lo agrede, lo combate, quiere que se vaya, la odian, no la pueden ver siquiera.
Hay lúcidos intelectuales que claman “por saber escuchar y responder a esas demandas del jueves 13 de setiembre”.
¿Cuáles demandas? ¿Que se devalúe el peso y se libere el dólar? ¿Que se abran todas las importaciones y no se cuide el ahorro de los argentinos ni el producto ni el empleo nacional? ¿Que se indulten y liberen los genocidas presos? ¿Que se anulen las conquistas sociales de los últimos años? ¿O no eran esas las demandas escuchadas?
Hacer un análisis correcto supone admitir que el proyecto de país que hoy nos gobierna, genera reacciones y tiene los enemigos que le corresponden.
Cada vez que se tocan intereses poderosos, cada vez que los jóvenes, las mujeres, los excluidos, los diferentes, bailan con la democracia a tiempo completo, cada vez que se avanza en la redistribución del ingreso, suceden estas cosas. Y habrá que estar preparados para defender con argumentos tan sólidos como el cemento y el hierro de los puentes y caminos que se construyen a diario a lo largo y ancho del país, el proyecto de país en desarrollo.
El tiempo, como valor de reserva, hay que administrarlo correctamente.
Esos opositores al modelo nacional se han lanzado a correr una maratón de 100 metros llanos. Precisan velocidad y el reloj les juega en contra. Corren en defensa de sus privilegios y motivados por sus viejos odios de clase.
Por el contrario, el pueblo y su gobierno protagonizan una caminata de largo aliento, infinita casi, de relevo de postas, al trotecito a veces, al galope otras. Caminan para construir un país más justo, más democrático, más inclusivo, más integrado a la región.
Seamos claros: los que gatillan cacerolas, no son un desgaje del campo popular.
Son su antítesis. Son tropa de las minorías reaccionarias manifestando su desesperación por ser concientes que están en una encrucijada: sus antiguos prusianos son ancianos condenados por crímenes de lesa humanidad; sus políticos están fuera de estado para representarlos y su jefe mediático, tiene plazo hasta el 7 de diciembre para cumplir la ley.
Y ese día sí que se termina la última guarida de la serpiente del miedo.
La relación de fuerzas favorable al pueblo, llegó para quedarse.   

Miradas al Sur, domingo 16 de septiembre de 2012

1 comentario:

Mariano T. dijo...

Hermoso texto. Debería ser leído a la multitud en todos los cacerolazos.
Y podría ser,. junto con el Cristinismo, un punto de fractura, estas a favor o en contra de esta declaración. Y tanto a favor o en contra, hacer lo que cada uno pueda, desde su lugar, para que la postura a favor o en contra de este texto prevalezca.
Le podemos agregar, como condimento, la postura a favor o en contra de la reforma a la constitución, reelección incluída.
Me siento muy cómodo con ese clivaje. Aprendiendo de Laclau, hay que zurcir todos los reclamos en un movimiento que los contenga. Menuda tarea.