martes, 15 de mayo de 2012

El país de las preguntas largas




Si se trata de preguntar, preguntemos:
¿Por qué sigue creciendo la imagen positiva de la Presidenta? 
¿Será porque Ignacio Ramonet, el prestigioso director del diario francés Le Monde Diplomatique afirmó ayer que América Latina vive el mejor momento de su historia y el Nobel de economía, Paúl  Krugman, destacó hace unos días los avances extraordinarios del modelo económico argentino?
¿Será porque el economista estadounidense Mark Weisbrot valoró como esencia del éxito del modelo argentino al creciente consumo interno y a las inversiones y no a la falsa característica sojera dependiente de la economía como propagandizan las corporaciones adversas al gobierno?
¿Será porque el gobierno de Angola, país destinado a liderar el continente africano por el desarrollo de su economía, prioriza el intercambio con Brasil y Argentina para integrarse al mundo?
Los operadores de Magneto que despistaron definitivamente con la tribuna patética que se burló de la memoria de Tato Bores, podrían hacerse estas preguntas largas.   
Así no se extravían tanto.
Rodolfo Walsh hacía periodismo con un dato, una pista, una pregunta y una verdad así de grande.
No se quejaba porque “la productora” no le facilitaba notas ni entrevistas ni conferencias de prensa. Es más, no tenía otra productora más que sus ojos, sus oídos, su olfato, su curiosidad y su compromiso con la vida.
Así supo escribir “Operación Masacre” y la Carta Abierta a la Junta Militar que repartía el día que lo secuestraron los genocidas de la dictadura. 
Está considerado el mejor periodista, de acá hasta el cielo, ida y vuelta.
Raúl Scalabrini Ortiz hurgaba en los tachos de residuos de los ferrocarriles ingleses para descubrir el porqué del abanico de las vías férreas con eje central en el puerto porteño. Se movía sigiloso entre los pasillos de la oligarquía y el empresario medio, preguntaba al oficinista, al ascensorista, al peón de campo, al estanciero, al ratón de alcoba y bibliotecas, al laburante que habitaba sus días entre el taller y el café del barrio.    
Se sentaba en el barcito de Corrientes y Esmeralda, en el centro porteño, miraba y preguntaba con los ojos, estiraba la mano y llegaba hasta Santiago del Estero o hasta la Patagonia y anotaba en su cuaderno los primeros garabatos de lo que sería después una de sus obras mayores: El hombre que está solo y espera.
Es uno de los más brillantes pensadores nacionales, escritor, periodista e investigador de nuestro propio ADN.   
¿Alguien se imagina a Walsh, a Scalabrini y a Jauretche haciendo las pavadas que hacen  los que fungen de periodistas y son apenas el último dislate de Magneto?
¡Las cosas que se ven en estos tiempos de país inclusivo!

El Argentino, martes 15 de mayo de 2012



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