martes, 6 de marzo de 2012

Los muros que pinta el pueblo

05 marzo 2012

Política/Los muros que pinta el pueblo/Por Giles Jorge




Los muros que pinta el pueblo

Por Jorge Giles*

(para La Tecl@ Eñe)



Las redes sociales no reemplazan los bellos muros pintados por la militancia, pero en algo se le parecen.

Siempre hubo consignas murales de pocos caracteres que pintaron la vida de una aldea con una belleza sólo comparable a Milanés cantando “El breve espacio en que no estás”.

“La imaginación al poder”, “Cámpora al Gobierno, Perón al Poder”, “Luche y Vuelve”, “Libres o muertos, Jamás esclavos”. O su heroica abreviatura: “LOMJE”.

Claro que esta es una mirada optimista. Por que las dichosas redes también sirven para traficar basura humana. Ustedes lo saben.

Lo cierto es que en estos días los nuevos muros cibernéticos sirvieron para el comentario feliz o falaz acerca del discurso memorable de la Presidenta ante el Congreso Nacional.

Malvinas y el tema docente anduvieron por esos arrabales donde el barro se subleva.

En uno de los muros, el mío, expresé la bronca, la indignación y la tristeza de un añejo educador, como uno cree ser.

¡El lío que se armó en el vecindario! Algunos arrojaban los platos como hacían los antiguos cuando estaban de luto o de parranda.

Y esto decía:

“Duro con ella, duro. Se equivocó fiero en la cantidad de horas diarias de trabajo docente y en los meses de vacaciones. Eso es imperdonable. Duro con ella ahora que se equivocó. Qué importa el 6,47 % del PBI para la Educación. Qué importa que sea el presupuesto educativo más alto de la Historia Argentina y el más alto de la América Latina. Duro con ella. Qué importan las 1.300 escuelas construidas por el kirchnerismo. Qué importan las millones de computadoras para los pibes y las pibas de nuestro pueblo. Qué importa la Asignación Universal por Hijo y las vacunas para los alumnos. Se equivocó y alcanza para darle duro. ¿Qué me importa que digan que los chicos pobres de Tilcara y el pobrerío de Lomas de Zamora la amen y le agradezcan cada vez que la ven porque ellos ahora tienen escuela, sus padres tienen trabajo y el pueblo tiene patria nuevamente? Eso es pura demagogia. Se equivocó, viejo, y la tendrá que pagar. Qué importa que haya vuelto la Escuela Técnica y se haya creado un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Qué importa Tecnópolis y su discurso educativo. Duro con ella. Qué importa que se defiendan las Malvinas y se esté en plena pelea contra el colonialismo inglés. ¡Por favor, no me vengas con tu nacionalismo! Qué importan los juicios a los genocidas y que le rinda homenaje a Baltazar Garzón. ¿Qué tiene que ver eso? Qué importan los 45 millones de libros repartidos por su Gobierno. Son todos detalles. ¿Entendés? De-ta-lles. ¿Cómo decís? ¿Que los pibes de los laburantes no pudieron tener su primer día de clase por culpa del paro docente? ¡Y si ahora dicen que ya no van a comer a las escuelas sino a aprender! Que esperen un par de días más y listo. ¿Que podían hacer otra medida de fuerza pero sin joder a los pibes? Es otro detalle. ¿Que ahora se prendieron a apoyarlos Magnetto y su Clarín, Mitre y su Nación y lo que ellos llaman el gorilaje de izquierda y de derecha? ¿Y yo que culpa tengo? Pero no te voy a permitir que me digas ni gorila ni trosco, eh. Se equivocó fiero y no es asunto mío. Duro con ella.

¿Que yo digo que mejor que hacer es decir y mejor que realizar es prometer? No me chicanees, eh. Si vos sabes que se equivocó.”

Quise compartir este muro, creyendo que las contradicciones en el seno del pueblo (¡Salud Mao!) deberían resolverse amigablemente, aún con la fina ironía con que esta prosa fuera interpretada por algunos lectores; pero haciendo el intento de estremecer los corazones, antes que lastimar a nadie.

A ningún lector de este barrio, supongo, le interesa enviar un mensaje de amistad con Magnetto o alguien de su calaña. Tampoco nos convoca un saludo fraterno con los firmantes del manifiesto pro-inglés.

Pero sí nos interesa sacudir el pensamiento propio junto a los que uno siente son sus compañeros y compañeras de ruta. Tomar al sentido común por las solapas, preguntándole “qué te pasa”. Jugar a las escondidas con las pocas certezas que tenemos para ver si nos descubrimos finalmente. Repasar la contradicción principal y las contradicciones secundarias como si fueran la tabla del 2.

El arte quizá esté en poder tejer artesanalmente algunas conclusiones que nos permitan avanzar solidariamente como sociedad, evitando caer una y otra vez en la telaraña que nos tiende el pasado más oprobioso de los argentinos.

Cuando 16 intelectuales y un entrenador de voley firmaron su adhesión a la carta de la diplomacia inglesa para fundamentar su violación a nuestra soberanía, los diarios de Londres y otras ciudades británicas, le dieron rápida cobertura como si esa posición significara la ruptura de nuestro “frente interno” como nación soberana. El Grupo Clarín y el diario mirista “La Nación” hicieron otro tanto aquí. Queda claro que, con o sin consentimiento de los distintos actores intervinientes, cualquier ataque frontal al epicentro del dispositivo kirchnerista es aprovechado política y mediáticamente para desgastar, para limar y para destituir si ello les resultara posible.

Y cuando algunos dirigentes sindicales docentes salieron a responder injusta y duramente aquella frase de la Presidenta sobre la cantidad de horas diarias del trabajo docente y la duración de sus vacaciones, rápidamente, desde abajo de las baldosas más reaccionarias fueron a montarse sobre aquella dureza los mismos grupos interesados en bajar del escenario al proyecto nacional y popular.

¿No le concedieron a la Presidenta siquiera el derecho al “perdón” por una frase inoportuna o incierta o como se les antoje calificarla? ¿No les importó nada de lo construido en estos años en defensa de la Escuela Pública?

¿Dejaron a los pibes sin escuela en su primer día de clase y ponen el grito en el cielo por una frase que expresa el imaginario equivocado de millones de argentinos, pero una frase al fin?

El derecho a huelga, el derecho a disentir, el derecho a criticar, no significa tener “licencia para matar” la esperanza de un pueblo decidido a ser feliz.

Y esta Presidenta podría remitirnos a Evita, pero jamás, jamás, a un tipo como Duhalde.

*Periodista. Trabaja en el Semanario Miradas al Sur

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