viernes, 20 de enero de 2012

Quisiera que me recuerden



La Plaza de Mayo cambió de dirección al menos por un día.
Ocurrió ayer, cuando Hebe de Bonafini al frente de las Madres hiciera su ronda de los jueves en la Plaza San Martín de Río Gallegos, en la patagónica Santa Cruz.
La historia es creativa cuando los pueblos se la ponen al hombro y echan a andar.
¿A quién se le ocurrió juntar en un mismo instante un pulso de vida que conjugue la resistencia de las Madres contra la dictadura, con la memoria al Presidente Néstor Kirchner?
A la historia se le ocurrió.
¿A quién se le volaron los pájaros para que las Madres, los pibes de La Cámpora, la militancia de Kolina, los hombres y mujeres que habitan aquellas lejanías, pudieran unirse en una ronda de amor y compromiso y lealtad como el de ayer?
A la historia se le volaron todos los pájaros.
Habría que prestar atención a estas señales que se suceden intermitentemente desde hace un puñado de años. A veces parecen descalzas y desarropadas, tan humildes en su coraje, tan llenas de ternura, tan luminosas, pero son señales que construyen futuro.
Cuando Hebe dijo ayer: “Néstor, estos pibes, como vos les decías, no te van a defraudar. Este no es un homenaje, porque los homenajes son póstumos y vos no estas muerto. Estás cada vez más vivo, en todos nosotros”, ya todos sabíamos de qué se trataba.
Era una ronda de amor, un abrazo eterno al que consideran uno de sus hijos, un juramento de fidelidad con la memoria y la huella de alguien al que las Madres llaman un patriota y un revolucionario.
Desde algún rincón de los milagros, Néstor Kirchner, quizás, les hubiera dedicado el poema del correntino Joaquín Areta, uno de nuestros 30 mil desaparecidos, con un abrazo infinito que las abrace a todas.
“Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme.
Quisiera que me recuerden por haber hecho caminos, por haber marcado un rumbo, porque emocioné su alma, porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados, porque interpreté sus ansias, porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices, la seguridad de los justos, el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores, con comprensión por mis debilidades, con cariño por mis virtudes. Si no es así, prefiero el olvido, que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre”.
Nada en la vida sucede porque sí.
En los días en que el viejo imperio inglés despliega sus odios colonialistas, las Madres fueron hasta el lugar desde el que partieron los aviones que enfrentaron con heroísmo al invasor, para decir al pie de la memoria que ellas estaban allí porque “Néstor nos devolvió la patria y Cristina la está defendiendo”.
Y estaba todo dicho.

El Argentino, viernes 20 de enero de 2012

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