martes, 24 de enero de 2012

La dignidad en el banquillo




Desde hoy juzgarán en España al Juez Baltazar Garzón.
La justicia se llena los ojos de vergüenza.
Le estuvo permitido juzgar a criminales de lesa humanidad en el mundo entero, siempre y cuando no se metiera con la memoria de la propia España.
Apoyado por este mismo Tribunal que hoy lo sienta en el banquillo, pudo juzgar a Adolfo Scilingo, uno de los responsables de tirar prisioneros de la ESMA al lejano mar de la lejana Argentina. Pudo enjuiciar a Videla y a Pinochet.
¿Pero cómo se le ocurrió desenterrar del olvido a los españoles que cayeron bajo el régimen franquista?
¿Cómo se permitió la insolente libertad de juzgar los crímenes contra la humanidad en su propio país, iniciando la investigación de las desapariciones, torturas y ejecuciones de 114.266 personas identificadas como víctimas ocurridas entre el 17 de julio de 1936 y diciembre de 1951?
La justicia se llenará de espanto si lo condenan.
Hace unos cuantos años, con Alfredo Bravo y Marcela Bordenave, lo vimos lagrimear en su despacho de la Audiencia Nacional, allá en Madrid, luego de escuchar el testimonio desgarrador de la Masacre de Margarita Belén, en tiempos de la dictadura cívico militar en nuestro país.
Disimuló su llanto como pudo y pasó a un cuarto intermedio para reponerse.
En la antigüedad, antes de Néstor y Cristina Kirchner, las causas por delitos de lesa humanidad corrían serio riesgo de morirse para siempre con el punto final, la obediencia debida y los indultos. Baltazar Garzón les dio entidad para que al menos no pierdan el estado de juridicidad.
La justicia, entonces, se llenó los ojos de orgullo con su juez.
Nos preguntamos: ¿No hay una calificadora de riesgo moral que le baje mil puntos a España si es que los miembros del Tribunal Supremo se atreven finalmente a cometer el desatino de juzgar al mejor de los jueces?
Fueron muchos los argentinos que en los años noventa viajaron a España para resguardar y proseguir las causas de nuestro propio genocidio. Por eso el pueblo argentino le estará eternamente agradecido a Baltazar Garzón.
Él se atrevió contra los represores cuando pocos lo hicieron. Él se abrazó con las Madres y las Abuelas. Él abrazó a los Hijos. Él recorrió la ESMA con un llanto en la garganta. Él nos puso de ejemplo ante todo el mundo por buscar justicia hasta las últimas consecuencias con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Él admiró, entusiasta, que la memoria, la verdad y la justicia sean política de estado en nuestro país.
Por eso y como dice el argentino Carlos Slepoy, otro admirable hombre de la justicia, desde aquí sostenemos que somos nosotros los que acusamos.
Que por la memoria, todo. Que por el olvido, nada.

El Argentino, martes 24 de enero de 2012

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