miércoles, 9 de noviembre de 2011

Que parezca un accidente


El anarcocapitalismo financiero hace estragos en el mundo.

Si en Europa derrumba las bolsas y elimina fuentes de empleo, en Buenos Aires derrumba edificios y elimina los derechos de los docentes.

Decíamos ayer que el estado de incertidumbre que viven los porteños no es asunto de la arquitectura, sino de la política.

Para ser más precisos, del modelo político que gobierna la ciudad, asentado en un estado ausente para las mayorías, que deja hacer lo que le plazca al capitalismo más depredador.

¿Se lo imaginan al ingeniero Macri, especialista en demoliciones, gobernando el país alguna vez?

¡Dios nos libre y nos guarde!

Fue triste escucharlo decir: “Tenemos que estar contentos porque hay un solo desaparecido”.

Esa frase es pura ideología y la más deshumanizada expresión de la derecha que Macri representa en estas pampas.

No está solo en su cometido.

Clarín y La Nación azuzan desde sus portadas reclamando desesperadamente por la vuelta de los subsidios a las grandes empresas y en defensa del mercado negro del dólar, sin control, sin límites, sin Estado que regule nada.

El secretario de Transporte, Juan Schiavi, los acusó de hacer “terrorismo mediático”.

Y tiene razón.

Del otro lado del mar, la crisis europea ya dibujó la puerta de salida.

Está a la derecha de la pantalla, señora.

Entraron a la crisis imitando a la Argentina del 2001; pero no saldrán de su trance como lo hicimos nosotros desde el 2003.

Pese a este marco mundial de anarcocapitalismo, con sede macrista en la CABA, el país continúa avanzando con su proyecto nacional y popular.

Ayer, la Presidenta inauguró la flamante Universidad Aeroportuaria de Ezeiza.

O sea.

Mientras el neoliberalismo se estrola contra la pista de bancos y financieras, la Argentina enseña a volar.

Vaya con la diferencia.

En Grecia, España, Italia, EE.UU., las únicas víctimas son los millones de personas que pierden sus empleos. Así como en nuestro país los más beneficiados por el proyecto liderado por Cristina, son los sectores populares y las clases medias.

En esas antípodas se debate este tramo de la historia del planeta.

Está claro que el 54 % de los argentinos eligió categóricamente de qué lado está y quiere seguir estando.

La corporación mediática lo sabe y por eso pega sus furiosos alaridos.

La respuesta a tamaña agresión debe venir, pacífica e inteligentemente, de la sociedad democrática.

Sería bueno pasar este aviso solidariamente y denunciar a viva voz la campaña destituyente del monopolio mediático:

“Este diario está mintiendo”. “Este canal está contaminando”. “Esta radio está envenenando”.

La querella es por el sentido común. Y para construirlo, todos somos albañiles.

O ingenieros.


El Argentino, miércoles 9 de noviembre de 2011

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