miércoles, 21 de septiembre de 2011

La primavera camporista y después


Si la historia la escriben los que ganan, como dice la canción de Mignona y Litto Nebbia, eso quiere decir que dentro de cien o doscientos años, la historia contará que hubo un tiempo que fue hermoso y fuimos libres de verdad.

Ese tiempo se llamó “la primavera camporista”.

Duró un suspiro: apenas 49 días.

Del 25 de Mayo al 13 de julio de 1973.

La Lealtad tenía nombre propio: Héctor J. Campora, el Tío para la gloriosa juventud de entonces.

“Campora al gobierno, Perón al poder”, más que una consigna “era el santo y seña para entrar al paraíso”, como dice un poema de Retamoso.

Pasaría a mejor recuerdo, cuando con Sui Generis comenzábamos a cantar “Y rasguña las piedras”.

Como si la canción de Charly avisara que algunas flores de esa primavera empezaban a marchitarse prematuramente.

Vino después una enorme tristeza colectiva con la muerte de Perón.

La tenebrosa “Triple A” de López Rega y sus matones entró a pasar la guadaña a modo de limpieza introductoria de la dictadura que venía al galope con su caballería blindada.

Los genocidas faenaron luego, a destajo, como lo hace el frío invierno con un rosedal.

Pero un brote quedó a salvo y treinta años después, volvió la primavera.

Desde el 25 de Mayo de 2003 los pájaros empezaron a regresar sobre los techos, los árboles, los campanarios y pintaron un cielo más libre y memorioso con el vuelo digno de un hombre llamado Néstor Kirchner.

Como verán, hoy estamos de primavera.

Esta vez nos abraza a todos. Nos reencuentra a muchos.

No se presenta como una estación sesgada ni presume haber crecido apresurada.

Es una primavera nacional, popular y democrática. Le pertenece al pueblo.

Y es una primavera que vino para quedarse, acunada entre quienes habitan esta hermosa tierra nuestra, más solidaria que nunca.

No es la segunda parte de aquella primavera trunca. Por eso no sabe de revanchas.

Esta vez se queda para siempre, si aprendemos a cuidarla todos juntos.

La historia dirá dentro de cien o doscientos años que la Presidenta del Bicentenario se llama Cristina Fernández de Kirchner y es la mandataria de una patria de la primavera que se obstina en usar metáforas todo el tiempo.

No es casualidad que la principal organización juvenil de esta nueva época venga a llamarse “La Campora”.

Así como conmueve saber que el niño que estaba en los brazos del militante Roberto Quieto en el momento que lo secuestraron y desaparecieron para siempre, era su sobrino, Manuel.

Y Manuel es la voz de la Mancha de Rolando, la banda de rock que canta “Arde la ciudad”, al lado de su amigo, el candidato a Vice de Cristina, Amado Boudou.

Como verán, la primavera sabe guardar sus brotes en la memoria.


El Argentino, miércoles 21 de septiembre de 2011

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