domingo, 10 de julio de 2011

“Seamos libres y lo demás no importa nada”


Ayer celebramos el Día de la Independencia, rescatado en los últimos años con la misma pasión y con la misma urgencia y profundidad con que San Martín se dirigió al Congreso de Tucumán cuando reclamó que “Seamos libres…” de una vez por todas.

La UNASUR demuestra que esa sigue siendo la consigna de la patria sudamericana.

Más allá del resultado de las urnas, Buenos Aires motivará hoy la atención del país de los argentinos.

De todo el país, no sólo de los que habitan puertas adentro de la gran aldea.

¿Es éste acaso un dato nuevo y singular? No. También está escrito en la génesis de la patria.

Buenos Aires es el primer mojón territorial donde habitó la libertad en este lugar del mundo. De allí salieron las expediciones de los revolucionarios a llevar la bandera libertaria a los pueblos hermanos.

El Cabildo, la Plaza de la Victoria llamada luego Plaza de Mayo, el Fuerte que fue después la Casa Rosada, la Aduana y el Puerto, la resistencia y expulsión de los ingleses, la Revolución de Mayo y la contrarrevolución de Rivadavia, federales y unitarios, Juan Manuel de Rosas, Manuel Dorrego y el bajo pueblo. Todo sigue vivo bajo los adoquines de sus calles, bajo el asfalto, bajo sus paredes.

En su memoria histórica.

Se fundó Buenos Aires tantas veces como triunfaron los vientos que surgieron del pueblo con sus luchas.

Y se fundió tantas otras veces, como perdieron en los campos de batalla las ideas de aquellos que siempre la quisieron integrada a la nación y al pueblo, indisolublemente.

La construcción laboriosa de esta democracia que gozamos, nos permite dirimir estas antiguas reyertas, por un modelo o por otro, introduciendo una boleta de candidatos en la urna, sin un solo rasguño al adversario.

Celebremos: un día de elección es un triunfo en sí mismo.

Pero a no confundirse. Si en buena parte son doscientos años los que se condensan en una jornada electoral, entonces surge una primera conclusión: no cualquier resultado desatará los mismos vientos.

El proceso vertiginoso que se abrió paso con la llegada de Néstor Kirchner en el 2003 y profundizado con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, es la expresión de un proyecto de país identificado claramente con la versión federal de la historia. Una versión inclusiva que integra todas las otras versiones en el mismo país.

No es menor la diferencia si tenemos en cuenta que la versión unitaria, irremediablemente autoritaria, tuvo en su carácter expulsivo su rasgo predominante.

Buenos Aires fue la capital de todos los argentinos en términos fácticos y no sólo doctrinarios, cuando el proyecto político hegemónico se identificó con el país federal.

Y ello fue así cuando la Ciudad se llenó de pueblo. El 17 de Octubre de 1945, por ejemplo.

Por eso decimos que si bien la escuela nos enseña que Buenos Aires tuvo dos fundaciones, la de Juan de Garay y Pedro de Mendoza, tuvo tantas otras como los vientos que partieron de sus propias entrañas pueblerinas en distintas etapas de su larga historia.

Este rasgo es el que mejor explica el carácter épico del capítulo que escribirán hoy los porteños y porteñas y la multicultural provincianía que camina sus calles.

La irrupción de los Comuneros se inscribirá, quizás, en la larga tradición ciudadana de “los chisperos de los arrabales”, aquellos que en 1810 liderados por French y Berutti desde la Plaza y conducidos por Mariano Moreno, Castelli y Belgrano, desde el Cabildo, hicieron posible la Revolución.

Sin ellos, no habría Revolución.

Los que desde abajo reclamaban “el pueblo quiere saber de qué trata”, los que repartían cintas blancas y rojas para la ocasión, los que empujaban hacia delante el carro de la historia, los que sabían de la angustia y las esperanzas de sus vecinos, esos fueron los chisperos y a partir de hoy, serán los Comuneros.

¿Recuerda usted el nombre primero de la facción política que lideró Rivadavia representando a la burguesía comercial portuaria, pro británica, exaltada años después por Bartolomé Mitre en su “historia oficial”?

“El partido de los Tenderos”, los llamaban. El que devino luego en el Partido Unitario y que en el tiempo iría tallando otros nombres, pero con la misma visión de la metrópoli portuaria.

Como dice Norberto Galasso, citando a Winter, “la historia es la política pasada y la política, la historia presente”.

Cuando hoy nos parece novedad saber del espionaje de un gobernante a sus propios ciudadanos, aprendemos con la historia que el mismísimo San Martín sufrió el acoso espía de Bernardino Rivadavia después que el General regresara a la patria chica, culminada su epopeya libertadora en Chile y en Perú.

San Martín abrigaba la esperanza de construir la Patria Grande junto a patriotas como Artigas y Bolívar.

Rivadavia y quienes lo acompañaban en el gobierno porteño sólo querían hacer de Buenos Aires un espacio dependiente del viejo imperio inglés. Por eso el encono contra San Martín y sus órdenes para que el Libertador no empeñe más esfuerzos en la guerra de liberación y en la revolución, sino que baje a Buenos Aires para desenvainar su sable contra la chusma y el pobrerío que seguía a los Caudillos federales.

San Martín desobedeció todas estas órdenes.

Pronto sabría que el espionaje rivadaviano interceptaba su correspondencia en represalia a su rebeldía.

Allí quedaron, como testimonio, las cartas que San Martín escribe a Bernardo O’Higgins denunciando esta infamia: “La desconfiada administración de Buenos Aires (Rivadavia) me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar…en fin, yo vi claramente que me era imposible vivir tranquilo en mi patria…En todo el tiempo de la administración de Rivadavia mi correspondencia ha sufrido una revista inquisitorial la más completa. Yo he mirado esta conducta con el desprecio que se merecen sus autores”.

No se repite la historia. Se profundiza, que es distinto.

Pero como vemos, los intereses y las conductas en pugna siguen siendo los mismos.


Miradas al Sur, domingo 10 de julio de 2011

No hay comentarios: