martes, 31 de mayo de 2011

La confesión del monseñor

Gravísimo.
Monseñor Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, debe presentarse a declarar por el plan sistemático de robo de bebés nacidos en cautiverio durante la última dictadura cívico-militar.
Son imputados, entre otros, los dictadores Videla y Bignone.
Estela de la Cuadra, con varios familiares desaparecidos, entre ellos su esposo, su hermano y su hermana Elena, mamá de Ana, la niña nacida en cautiverio, afirma reunir pruebas suficientes para interrogar a Bergoglio por este crimen de lesa humanidad.
Ayer se supo que el cardenal Bergoglio declarará por escrito, no personalmente.
En abril la justicia francesa pidió la comparecencia de Bergoglio por otra causa instruida en París por el asesinato del sacerdote Gabriel Longueville, que asistía la misión pastoral del obispo Enrique Angelelli.
Antes, en el juicio por el genocidio en la ESMA, Bergoglio tampoco declaró en sede judicial sino en la Curia, por la desaparición de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics.
Usted preguntará:
¿Es el mismo Bergoglio que en sus homilías y declaraciones públicas insta a honrar la verdad, la moral cristiana, la transparencia, la igualdad de derechos y criticar toda vanidad y veleidad humana?
¿Es el mismo Arzobispo que no pierde oportunidad de bajar línea contra el gobierno nacional?
Sí, es el mismo.
¿No hubiese sido todo un gesto de humildad cristiana presentarse a declarar como un hijo más de esta tierra, convocado a rendir su testimonio ante los crímenes más aberrantes cometidos contra la condición humana en los años de la dictadura?
O para abreviar: ¿Por qué no da la cara el Monseñor?
Los sobrevivientes de la dictadura, presos, exiliados, torturados, perseguidos, se presentan en los juicios contra los genocidas aun estando en muletas, enfermos, casi ciegos y angustiados. Sienten el deber ético de hacerlo, ante sí mismo y ante las miles de víctimas de aquella barbarie dictatorial.
Después de declarar dicen sentir una profunda serenidad de espíritu, la sensación de haber cumplido no sólo con una formalidad judicial, sino con su misma condición de personas.
¿Y por qué no se presenta el Monseñor?
No da igual confesarse y declarar mirando a los ojos, que hacerlo a través de un escrito. Hay preguntas y repreguntas de los fiscales, de los querellantes, de los jueces, de los defensores.
Recordad: es una justicia humana, no una justicia divina.
Si ya nos indignaba conocer por la prensa mundial la serie de abusos de menores en la Iglesia, la sola sospecha de vinculación, activa o pasiva, de uno de sus jefes con el robo de bebés durante la dictadura, es un crimen repudiable para todas las conciencias, sean del credo que sean.
Gravísimo.

El Argentino, martes 31 de mayo de 2011

1 comentario:

Anónimo dijo...

Luego de leer esta nota tan oportuna y justa, recordé la canción de Violeta Parra: "Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma", cuando sentencia: "Con esto se pusieron la soga al cuello
El sexto mandamiento no tiene sello". La MEMORIA COLECTIVA es inapelable, la VERDAD los señala,la JUSTICIA los condenará.