martes, 17 de agosto de 2010

Pájaros en libertad

Cada juicio a los genocidas es como un baldazo de agua bendita contra los peores demonios del pasado. En Córdoba, en La Pampa, en Santa Fe, en Tucumán, en La Plata, en el Chaco, la democracia lava la sangre derramada por una generación de argentinos diezmada por el terrorismo de esta. Es necesario reafirmar este dato sanador en medio del olor nauseabundo que emana de una oposición política que no duda en acordar pactos de impunidad con las corporaciones. En la ciudad de Resistencia se desarrolla el Juicio Oral y público reclamado durante años por familiares, organismos de derechos humanos y sobrevivientes de aquella tragedia colectiva que se expresó en las cárceles de la dictadura, la tortura, la persecución y finalmente, en la Masacre de Margarita Belén. Por allí andamos ahora. Compartamos el relato del horror en estos días, ayudado por la crónica que hacen dos periodistas chaqueños, Marcos Salomón y Gonzalo Torres. “Santiago Almada, el periodista radicado en República Dominicana, contó las últimas horas en la alcaidía policial de Resistencia, antes del traslado a Formosa y el fraguado intento de fuga que terminó en la Masacre de Margarita Belén. Sin rodeos ni digresiones, dio una gráfica descripción de los hechos y su testimonio a veces bordeó el humor negro, por ejemplo cuando impostó la voz para decir las frases que esa noche gritaba Octavio Ayala, el jefe de la guardia más pesada y castigadora de la alcaldía: “A estos extremistas subversivos, hay que matarlos a todos”. Explicó que el régimen carcelario era durísimo, haciendo imposible cualquier tipo de resistencia. “La golpiza fue una pesadilla, identifiqué distintos tipos de ruidos provenientes de distintos tipos de golpes. Uno era como de tambor, calculo que debe haber sido un gomazo entre las costillas y la espalda de los presos”, describió. Almada recordó la risa del Mono Monzón, “feroz pegador”, los quejidos de las víctimas y las suplicas implorando piedad. Vio a un guardia cárcel de apellido Maidana arrastrando de los pelos a Luis Díaz, una de las víctimas. Maidana llevó al baño a Díaz para limpiarlo y regresar con él al comedor donde tenía lugar la paliza. El guardia cárcel “era muy rubio y estaba totalmente traspirado por la energía con que castigaba a los detenidos. Es una imagen que no se me va a borrar jamás de la memoria”. Los cruces entre querella, defensa y fiscales es un clásico de los juicios orales, que no sólo tienen momentos de tensión sino también de los desopilantes, tal como sucedió en la decimoquinta jornada del juicio oral y público por la Masacre de Margarita Belén. Santiago Almada finalizaba su declaración, ya había contado la paliza que les dieron los guardias cárceles de la alcaidía a los militantes asesinados en la madrugada del 13 de diciembre de 1976, y comentaba como se enteró del destino final de sus compañeros: “Hugo Barúa me comentó que los habían matado en Margarita Belén, nunca más los volvimos a ver…” Entonces, un inexplicable Carlos Pujol (defensor de los ex militares acusados) pronunció la reiterada muletilla leguleya en estos juicios sin taquígrafos: “¡Que conste!” -¿Qué cosa doctor?, preguntó la jueza Gladis Yunes. -Lo que dijo, que nunca más los volvieron a ver…, pidió el abogado defensor y un murmullo de risas recorrió la sala. Entre el público, el escritor y ex preso político Miguel Ángel Molfino no se aguantó y gritó: “¡Claro, si estaban todos boleta!”, ante la mirada mitad sorprendida mitad irritada de la señora del imputado Horacio Losito. Rápido de reflejos, el fiscal Carlos Amad retrucó: “La fiscalía adhiere al pedido” del defensor Pujol.” Estar allí es ver y sentir a los compañeros de los masacrados testimoniar dignamente a favor de la justicia. No hay odios. No hay revancha. Sólo un dolor de pájaros en libertad, conocedores del horror, que regresan al lugar donde habita el peor de sus recuerdos para honrar, en nombre de sus viejos compañeros asesinados, la memoria de este pueblo. Por eso, nosotros regresamos hoy.

El Argentino 10 de agosto de 2010

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