martes, 17 de agosto de 2010

Las ojotas de San Martín

“¿Y quién hace los zapatos me dirá usted? Andemos en ojotas, más vale esto que nos cuelguen y peor que esto, perder el honor nacional. Y el pan ¿quién lo hace en Buenos Aires? Las mujeres; si no, comamos carne solamente. Amigo mío: si queremos salvarnos, es preciso grandes sacrificios…” Así escribía José de San Martín a Godoy Cruz, el 12 de mayo de 1816. ¿Pero tuvieron que transcurrir doscientos años para que el mandato sanmartiniano empezara a cumplirse recién ahora en todo el continente? ¿Tanta tempestad, tanto dolor, tanto destierro eran necesarios? ¿Tanta orfandad, tanta desunión, tanta traición valieron esta pena? Sí, una y mil veces sí, respondemos. La historia la escriben los pueblos como pueden y no siempre como hubiesen querido. Nos hacemos de arranque estas preguntas porque creemos que es preciso recordar en este día a José de San Martín sintiéndolo presente, más vivo que nunca, contemporáneo nuestro, un compañero de lucha, un General del pueblo. Por eso hay que acudir a la memoria histórica con la pasión del prócer y no desde la estampita multicolor ni del bronce inmaculado con que pretendieron callarlo para siempre. Traerlo hasta nosotros es un imperativo de esta hora, para no errar el camino ni desperdiciar este momento creyendo que América vive nada más que un suspiro en su larga hoja de ruta. Digámoslo de una vez: la Unasur es San Martín junto a Simón Bolívar en ese abrazo eterno de Guayaquil. El Mercosur es José Gervasio de Artigas abrazado a Manuel Dorrego. El continente unido, como nunca antes, es la vuelta de los patriotas. Un desquite nacional y popular sin revanchismos. Ni odios ni rencores. Esos malos sentimientos son patrimonio de un proyecto ajeno y enemigo de los pueblos. Los pueblos sólo saben amar, esperar y luchar esperanzados. Este pueblo, sanmartiniano y latinoamericano, abrió picadas en el monte y cruzó las montañas de Los Andes, cantando, sangrando, cantando. Todo eso es San Martín. Una revolución con la estatura de América y el ancho de sus mares. Si hay algo que distinguió la vida del patriota fue su perseverancia en la unidad y la libertad de su gente, de sus paisanos los indios, de sus compañeros negros, combatientes del Ejército patrio, de sur a norte de la América del Sud. Despreciaba toda posibilidad de un tercero dirimiendo nuestro destino. En esa monumental obra sobre su vida que es la historia escrita por Norberto Galasso, el ensayista rescata la pasión y la razón que animaba al hombre, José de San Martín casi sin adjetivarlo, sólo mirándolo, de lejos o de cerca, transcribiendo sus cartas, copiando su pensamiento tal como el Libertador lo expresara. A través de esas cartas, San Martín se agiganta hasta llegar a nosotros desde el fondo de los tiempos. “En fin, paisano, transemos nuestras diferencias. Unámonos para batir a los maturrangos que nos amenazan y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos en los términos que hallemos por convenientes sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice” (Carta a Estanislao López, 13/03/1819) “…una porción numerosa de nuestra especie ha sido hasta hoy mirada como un efecto permutable y sujeto a los cálculos de un tráfico criminal: los hombres han comprado a los hombres y no se han avergonzado de degradar la familia a que pertenecen vendiéndose unos a otros” (Resolución del Protector del Perú aboliendo la esclavitud, 12/8/1821) “Usted sabe que yo no pertenezco a ningún partido, me equivoco, soy del partido americano…” (Carta a Guido, 20/10/1845) Por todo esto no es un capricho afirmar que de ese mismo cántaro bebe su historia la Unasur y el Mercosur. ¿O acaso no es la primera vez que dos pueblos hermanos, Venezuela y Colombia, dirimen sus diferencias con su propios hermanos del continente sin interferencia de terceros? En el Año del Bicentenario, el mejor homenaje al Libertador San Martín es reafirmar su eterno grito de dignidad: “Seamos libres y lo demás no importa nada”.

El Argentino 17 de agosto de 2010

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