domingo, 29 de agosto de 2010

El fin de la dictadura mediática


Germán Abdala, un ejemplo de vida, de lucha y de militancia nacional y popular, decía que “los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas, de las influencias o de las corporaciones. El pueblo sí necesita de la política porque es la única manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas”
Durante muchos años, casi todos los que lleva cumplidos la democracia desde 1983 en adelante, estas verdades eran cuidadas en los pliegos más hondos de la sociedad.
No es cierto que recién ahora nos descubramos tal cual somos.
El diputado Chacho Jaroslavsky, el mítico dirigente radical, solía decir hablando de las cosas que nos ocupan y preocupan en estos días: “Cuidado con Clarín, te ataca como partido político pero si le respondes lo contrario, se defienden con la libertad de prensa”.
¿Qué nos pasó entonces?
“¿Por qué recién ahora se denuncia lo que se denuncia sobre el monopolio mediático más poderoso de la historia de los argentinos?”
“¿Por qué se esperó tanto tiempo?”
Son algunas de las cínicas preguntas que aparecen en las portadas de los grandes medios y en la bocaza de los políticos desmemoriados.
Ahí vamos con algunas posibles respuestas a tanto olvido enfrascado en esos interrogantes de moda.
Si España esperó más de medio siglo para intentar hacer justicia y memoria sobre los crímenes de la dictadura de Francisco Franco y la mayoría de los países de América Latina, no procesaron aún con la debida justicia los crímenes de las dictaduras que supieron ensañarse con nuestros pueblos ¿por qué tanta bulla con nosotros mismos, los argentinos que hicimos el Juicio a la Junta Militar en tiempos presidenciales de Raúl Alfonsín?
Pero claro, la memoria dice que después pasaron otras cosas.
En estos veinte y siete años después de la dictadura hubo un juicio y hubo obediencia debida, punto final e indultos. Hubo impunidad hasta en los últimos días de la Alianza de Fernando de la Rúa. Los verdugos del terrorismo de estado caminaban a nuestro lado sin ponerse colorados.
Para poner un ejemplo: Horacio Losito, uno de los ex militares acusados por la Masacre de Margarita Belén en tiempos de la dictadura de Videla, era agregado militar en una embajada argentina en Europa, designado en tiempos de esta democracia hasta que llegó Néstor Kirchner.
Designado por esta, nuestra democracia, no de otra ajena.
Y para mencionar otro ejemplo, pero desde el costado opuesto: estas causas que hoy se ventilan dejando al descubierto el tormento y la sangre derramada atrás de la apropiación de la empresa Papel Prensa, apropiada por el Grupo del monopolio mediático, fue denunciado una y cien veces por Osvaldo Papaleo y otras víctimas de la dictadura sin ningún resultado en la justicia.
¿Qué pasó entonces en estos últimos siete años? Pasó que el entonces presidente Néstor Kirchner promovió la anulación de las leyes de impunidad e indultos, bajó los cuadros de los genocidas de los institutos militares, empujó favorablemente para que la justicia trabaje libremente con la memoria en la mano y recuperó la Esma y La Perla del pasado de terror para que allí se empiece a cultivar la memoria colectiva.
Eso pasó y pasa.
Lo que estamos protagonizando en estos días, es el fin de la dictadura mediática que moldeaba el sentido común de la sociedad para manejar los piolines de nuestros gustos y disgustos. “Que eso está bien y aquello otro está mal”, dictaba el diario de Magnetto y la señora de Noble.
Ahora es tiempo de pensar por nosotros mismos.
Pagarán con la cárcel los que determine la justicia. Nadie más que la justicia es la que debe hablar al respecto.
Nos queda de tarea como pueblo, construir una nueva democracia sin ataduras, sin mordazas, más libre, más plural, más diversa.
Y eso amerita festejar este domingo que despide agosto y anuncia la belleza del mes de la primavera.

El Argentino, 29 de agosto de 2010

1 comentario:

Luchin dijo...

Es muy cierto, durante mucho tiempo todos supimos verdades pero la justicia hizo oídos sordos al reclamo, me pregunto entonces por aquellos que no se están dando cuenta de lo que realmente pasa, aquellos que miran al gobierno como una punta y la oposición como otra pero encasillándolos a todos como políticos y sin saber a quién realmente creer. Esa gente, que nunca se quejó, ni se queja, y probablemente no se quejará ¿creía en la justicia? Ya que en esta no creen.

Saludos!