domingo, 25 de abril de 2010

LOS BANQUITOS DE SILVIA SUPPO


La palabreja “miedo” ha sido instalada nuevamente en los medios del monopolio.
Miedo a salir en un afiche, a ser citado en una plaza o en una lista del Batallón 601. Miedo al resultado electoral del 2011, a ser nombrado en una canción de 678, a saber la identidad de los nietos apropiados.
Miedo a una democracia cada vez más plena, más inclusiva.
Claro, lo transmiten como un “miedo” compartido, para poder guarecerse.
Justo cuando la Ley de medios es defendida en las calles con entusiasmo y civismo del mejor, cuando las Abuelas son galardonadas como candidatas oficiales al Nóbel de la Paz, cuando los Hugos de la CGT y la CTA unen fuerzas para defender a los trabajadores, cuando todos los indicadores de la economía anuncian crecimiento para rato, ahí aparece, no casualmente, la campaña del “miedo”.
Las últimas encuestas corroborando el crecimiento sostenido de Néstor Kirchner y la bajante pronunciada de Cobos y la oposición toda, es el tiro por la culata de dicha campaña.
¿Sabe por qué? Porque es la corroboración de que en tiempos de cambio, las sociedades se refugian siempre en los nombres e instituciones que le dan seguridad y previsibilidad a su presente y futuro. Aceptan y participan del proceso de transformación, pero con el cinturón de seguridad puesto.
Y en esta etapa, el cambio y la seguridad, lo brindan Cristina y Néstor Kirchner en el inconciente colectivo.
¿O alguien cree posible que la sociedad se refugiaría en los brazos de una oposición desorientada, crispada, siempre pisando la banquina de la propia Constitución?
La historia de los pueblos va creando sus propias condiciones de desarrollo y sus peculiares necesidades de organización social.
No lo hace en la asepsia del laboratorio, sino en el trajín sudoroso, desprolijo y afiebrado de sus protagonistas.
Profundas causas económicas, políticas, sociales, de viejo y nuevo cuño, subyacen casi siempre en las razones primordiales de los deslizamientos que, por lo general, se producen de manera caótica.
A veces son los sueños, las utopías, las identidades fuertemente arraigadas, el sentido vital de lo humano, los que constituyen el elemento primordial que va a ligar en una sola masa todos los elementos de los que se compone la endiablada realidad.
Cuando esa porción de ternura no interviene y la mística está ausente, cuando todo se reduce al frío cálculo de la oferta y la demanda en el terreno que fuera, se hace más difícil abordar los desafíos de una causa popular que se precia de tal.
Como si no alcanzara con “hacer”. Hay que ser, hay que vivir, hay que transmitir, hay que poner en la vasija de las emociones el hilo conductor que une las obras públicas realizadas, por ejemplo, con las profundas razones políticas que las motivaron.
Y salir a contarlo a los cuatro vientos.
En este marco, el país observa y protagoniza sus días con tres actores principales que, desde marzo, vuelven a intervenir fuertemente en el desarrollo de la coyuntura y que son justamente, la unidad en la acción del movimiento obrero en sus diversas expresiones, con la CGT conducida por Hugo Moyano y la CTA liderada por Hugo Yasky; la creciente participación de vastos sectores populares y sectores medios que se identifican con las políticas del gobierno en distintas medidas y, finalmente, la sensación que se está recreando una nueva mística transformadora alrededor de la defensa de la ley de medios y del proyecto político gobernante.
Las groseras desventuras de la oposición, sus flagrantes contradicciones, sus conductas bochornosas, el manotazo anticonstitucional liderado por Julio Cobos y protagonizado por el arco opositor del autodenominado “Grupo A”, sin dudas, aportan lo suyo al cuadro de situación.
El proceso político ha entrado en una dinámica que difícilmente se detenga en el futuro inmediato. Y ese dato hay que ponerlo en valor.
Las cosas no ocurren porque sí.
Es el misterio de la historia la que brinda esas señales a las que se refería la Presidenta días atrás. Desentrañarlas es tarea de la política y de los políticos dispuestos a transformar la realidad y no sólo a interpretarla. Valga más que nunca la filosa y filosófica lección.
Negar o bastardear esas señales es la acción maniquea de los que se niegan al cambio.
Ahí está el relato emotivo de Cristina sobre los banquitos de Silvia Suppo, la ex detenida política durante la dictadura, testigo fundamental en el juicio a los genocidas, asesinada a puñaladas en su lugar de trabajo de artesana y comerciante de sus propias obras.
La Presidenta relató que al llegar a Sunchales, en Córdoba, le preguntaron si se acordaba de los banquitos de cuero, confeccionados artesanalmente, que hace unos cuantos años le habían regalado a su esposo, Néstor Kirchner, en su visita a la misma región. Ella respondió que sí, contando que los tenía en su casa de El Calafate y que sin saber bien por qué razón, quizás por tener grabados su nombre y el de Néstor, los había guardado en un lugar de su casa, pero nunca supo quién era el artesano que los había hecho. Se lo dijeron: los hizo Silvia Suppo.
Cristina agregó “Se me estrujó el corazón cuando lo escuché”
Como si la historia fuese circular, si no en su devenir, en sus afectividades al menos. Que ya es bastante.
Conmueve saber que un par de días antes de suceder lo relatado, la Presidenta y el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández habían recibido en la Casa Rosada al hermano y al hijo de Silvia.
Son estas cosas simples, hondas y emotivas las que adquieren una dimensión humana trascendente en un proceso de cambio como el que se desarrolla en la Argentina. Vuelven a unirse y conformar un solo relato, que mal que les pese a los desamorados, es siempre un relato épico, porque la historia es así cuando se pone en movimiento.
Del lado contrario, los conservadores escriben a menudo una historia sin pasiones, que sólo se remiten a experiencias individuales e individualistas.
En cambio, los que creen en la historia como un proceso colectivo, se desvelan por comprender esas señales de las que habló Cristina.





Jorge Giles. Miradas al Sur, 25 de abril de 2010

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