sábado, 24 de octubre de 2009

¡SOCORRO, HAY UN ESPÍA EN MI SOPA!


El escándalo causado por el espionaje del gobierno de Mauricio Macri alcanza ya ribetes grotescos.
Quizá sea saludable que, a la par de repudiarlo como se merece, los ciudadanos sepan ponerle una dosis de humor que haga más digerible semejante bochorno político.
Es lo que escuchamos en un rápido paseo por algunos lugares habituales que transitan las damas y los caballeros de la ciudad de Buenos Aires.
“Ni para espías sirven”, dice alguien en la feria.
Y una señora del barrio lo corrige “no se equivoque, no sirven ni para gobernar a los espías”
“Los perseguidos por el bando de los morochos crispados, resultaron ser los perseguidores de honestos ciudadanos, profesionales, trabajadores, maestros, estudiantes y familiares de las víctimas de la AMIA”, reflexiona otro vecino.
La derecha estaba malacostumbrada a gobernar durante años a través de intermediarios. Unas veces eran políticos conservadores y otras veces uniformados que poco o nada sabían de gestionar. En la disyuntiva, imponían el orden de los cuarteles y a otra cosa mariposa.
La democracia avanzó de tal manera que ya no hay lugar para las máscaras. Y las fuerzas armadas se incorporaron definitivamente al sistema democrático acatando la voluntad popular y las autoridades que de ella surjan.
En ese contexto, la derecha se quedó sin representantes y debió salir al ruedo con sus propios dueños. Es eso lo que está ocurriendo.
Esos dueños pretendieron manejar un gobierno como el de la Ciudad, con la arbitrariedad de una empresa familiar o de un club de fútbol. Se equivocaron fiero.
La democracia suele ser una fierecilla indomable cuando se la manosea. O se la espía. Le gusta que miren y admiren sus logros, pero no que la espíen, que es muy distinto. Respeta al buen gobernante, pero desprecia al fisgón.
Basta seguir el día a día de este escándalo para advertir que la situación se salió de madre.
Le estalló en la cara a Mauricio Macri, a los ministros Montenegro y Narodowski, a Gabriela Michetti, a Rodríguez Larreta, a todo el gobierno Pro.
Y eso explica las contradicciones entre ellos mismos.
Esta situación ya generó su primera víctima en todos los que fueron espiados.
¿Por qué lo hicieron? ¿Para qué perseguir a personas honestas, si no es para acallarlas en sus justas y legítimas reivindicaciones?
La democracia está más madura de lo que muchos pensaban. Por eso descubre este escándalo y lo denuncia con la fuerza con que lo está haciendo.
La “víctima” política es el propio Macri.
Hagamos un rápido razonamiento colectivo.
Si fuese verdad que él contrató al espía y le ordenó espiar a los maestros de nuestros chicos ¿usted lo votaría nuevamente, si es que lo hizo antes?
Es muy probable que aunque alguien insista en votarlo, esta situación invalide al ingeniero irremediablemente en el futuro.
Pero suponiendo que Macri no ordenó el espionaje, ¿usted no cree que estaría demostrando que no puede controlar ni a su propios colaboradores superiores?
Se muestran torpes a la hora de gobernar en democracia por que no lo hicieron nunca antes. Deberán aprenderlo, dejando en la puerta de cada despacho los instrumentos de espionaje para pinchar teléfonos, los garrotes, la soberbia, ese odio clasista que a menudo portan. Si esas siguen siendo sus convicciones, ya saben que la democracia no las tolera.
¿No hubiese sido preferible para todos, incluso para los dirigentes del Pro, aceptar lo mal hecho, corregir y sancionar duramente a los culpables, separar el fruto podrido?
Ahora ya es tarde.
Por eso consideramos el día que Macri se puso al frente de la cruzada en defensa de los denunciados, que o demostraba la inocencia absoluta de los implicados o él quedaba salpicado para siempre.
Parecen insistir en manejar el escándalo como si fuera una riña adentro de un locutorio telefónico. No advierten que los están viendo millones de ciudadanos.
Y empezaron a juzgarlos, sin necesidad de espiarlos por ninguna rendija.


Jorge Giles. El Argentino. 25.10.09

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