lunes, 24 de agosto de 2009

UN LUNES PARA SEGUIR GRITANDO LOS GOLES LIBERADOS

Fue un fin de semana distinto, luminoso de goles, con victorias y derrotas en vivo y en directo.
Lo que parecía imposible, apareció de pronto en el living familiar.
La pantalla del canal público era más nítida, como si nosotros estuviéramos jugando adentro de la cancha.
“Pasamela”, le gritaban a Palermo desde el comedor de una humilde casa.
Es asunto de la cultura popular hablar de fútbol. Una cultura que vuelve a conmoverse con jugadas a cielo abierto, sin codificados, en el patio bajo las parras, en el departamento de un ambiente, en la vivienda a medio construir.
Conmueven más los goles que antes, por que corren desde abajo, ganan el área, tocan para aquí y para allá, esquivan las patadas de los titulares que sangran por la herida y convierten un gol con el último aliento que quedaba, saltando de la silla o la mecedora de la abuela ausente.
Fue un fin de semana para la memoria.
¿Se acordarán los que estuvieron presos de la dictadura?
Falsear la historia no es mentir, necesariamente, sino contarla por parcelas divorciadas entre sí.
Y dicen que los torturados por los genocidas, temblaban de emoción cuando sabían de un gol de la Selección.
Entristece el relato de los presos de Coronda.
Poco antes del mundial del 78 los carceleros hicieron instalar en la cárcel un par de altoparlantes por el que, dijeron, iban a poder escuchar todos los partidos de la Selección.
El corazón del hincha, sin olvidarse de sus circunstancias, voló muy alto, cuando escuchó desde la radio “llueven los papelitos en las tribunas, entra a la cancha el equipo argentino…”
Y a renglón seguido, el parlante se cortó. Nadie dijo nada. Nadie podía decir nada.
El silencio que siguió después, dolió en el alma, en la honda vergüenza, en el pibe del potrero humillado en cada celda de los dictadores.
Hería esa crueldad en las invisibles tribunas de los prisioneros, en el grito amordazado del que quedó callado con su enorme soledad.
No estaba en juego la conciencia inconmovible del que se sabe entero. Nada de eso.
Sólo se trataba de la pasión. Indescifrable como es el amor.
Pero además, era la Selección. Y allí jugamos todos. Siempre fue así.
Sabían discernir una pasión popular de los asesinos.
Cuán diferente fue la posición del diario Clarín que en su editorial del 26 de junio de 1978, obtenido el campeonato, instaba a “dar vuelta el guante, de hacer borrón y cuenta nueva” agregando que “Este deporte tiene la ventaja de concentrar la atención mundial, permitiendo borrar a la vez imágenes falaces que se propalan sobre nuestro país en el exterior y las propias sensaciones interiorizadas de quietismo o incapacidad. La Argentina quiere dejar definitivamente atrás la inercia, el dolor y el desgarramiento”
Lo debería haber mencionado Norma Morandini, en su nota de ayer, justamente en ese diario.
Para no disociar en democracia lo que no se hizo en dictadura. Ni reanimar otra teoría de los dos demonios, ni pretender “moralizar” desde ese monopolio, lo más sublime que anida en la memoria colectiva.
La defensa de los derechos humanos pertenece a la historia viva de este país.
A las multitudes por las que lucharon los asesinados y desaparecidos, los prisioneros y los perseguidos.
Cada cual vive y procesa sus dolores como puede. Y habrá que ser respetuoso del dolor ajeno como si fuese el propio. Pero nos parece impertinente, como mínimo, juzgar con letras de moldes las palabras de la Presidenta cuando anunció en cadena que ya no habría secuestros de ningún tipo, apañados desde el Estado o desde los monopolios de los poderosos.
Es para celebrar que en esta sociedad que está cambiando, alguien proclame la reparación de los sueños colectivos, junte los pedacitos rotos como dijo Juan Gelman, remiende el alma rota de este pueblo, vuelva a juntar el país que fuimos con el que fue, será.
Y si quien lo ayude a hacer y a reclamarlo, es la propia Presidenta de la Nación, es para festejarlo. Como si fuera un modesto gol de la historia nacional y popular contra el olvido impune de los miserables.




Jorge Giles. El Argentino. 24.08.09
http://www.elargentino.com/nota-54985-Para-gritar-los-goles-liberados.html

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