domingo, 23 de agosto de 2009

Entre el ocaso de un monopolio y el fútbol para todos

A medida que avanza el calendario, se reafirma una tendencia política innegable: los opositores se dispersan y el oficialismo unifica personería, en el despliegue de nuevas iniciativas.
Resulta extraño observar a los que se autoproclamaron vencedores por una noche, colisionando cada día con sus propias torpezas, sin poder definir un camino que los lleve a constituirse en alternativa superadora, si es que las hay, del modelo de país gobernante.
¿Dónde están los “patos rengos” en esta historia?
En el Gobierno y en sus bloques parlamentarios, pareciera que no.
Algunos profetizan que será diciembre, con el recambio de ambas Cámaras legislativas, el mes de la inflexión entre esta etapa y la próxima. Y que a partir de esa fecha, desfilarán desaliñados o disciplinados, los patos hoy ausentes.
Sin negar tal posibilidad, se descartaría como certeza en tanto la política no es el juego antojadizo de las matemáticas.
La cantidad se luce o se desluce de acuerdo a su unidad de concepción y de acción, a su creatividad e inventiva, a su frescura puntual en la hora de la cita con las demandas de las mayorías.
Es de tal complejidad el arte de la política que una intuición a tiempo, puede tener más fuerza que un vendaval cayendo sobre la cofradía de las almas desprevenidas.
Sucede además que las expresiones de la oposición, viajan en veleros distintos. Y lo que es peor, en cada uno de ellos, a su vez, se suceden los motines de su propia tripulación.
El culebrón de Carrió contra Stolbizer y Cobos, y viceversa, compite en audiencia con el de Felipe Solá contra sus socios y el de estos entre sí. Todos contra todos.
La política, ni lerda ni perezosa, pasa a cobrarles factura y se empieza a tragar uno a uno a los autodenominados “presidenciales”.
El caso Reutemann- Roxana Latorre es un ejemplo. Surge fácil la duda sobre las dotes del ex piloto como conductor, cuando no es capaz de poner siquiera en orden un bloque legislativo de dos personas.
La ruptura unilateral de Gerardo Morales con el dialogo abierto por el Gobierno es un grotesco sólo equiparable al “gran acuerdo nacional”, convocado por Menem y la derecha pejotista, plagiando la marca registrada del dictador Lanusse.
“La oposición se extravió en un campo de lechugas”, resumió alguien con picardía criolla.
Se debate en la contradicción permanente entre mostrar que respeta las buenas costumbres de la república y las ganas, frustradas, de hacerle una zancadilla a Cristina a la vuelta de cada esquina.
La ausencia de un mando común, de una estrategia unificada y la imposibilidad vista de poder lograrlo, hace que los opositores expresen apenas la suma desarticulada y caótica de sus propias parcelas.
El haz de luz que los pone al descubierto sobre el escenario los encuentra siempre enfrascados en rencillas internas, en disputas por posicionamientos electoralistas a largo plazo, aullándole a la luna cada vez que sienten que el Gobierno tiende un nuevo cielo sobre el horizonte de la sociedad.
El campo de los patrones rurales acaba de ser desalojado del terreno virtual de la, hasta hoy, favorable “opinión pública”.
Volvieron a debilitar fuerzas frente al Congreso, clamaron inútilmente por un cacerolazo urbano que los acompañe, presionaron con total impunidad a los legisladores, y erraron nuevamente en la interpretación del proyecto en debate.
Salvo que estuvieran en plena operación destituyente, como denunció la senadora Latorre, tratando de conseguir a los empujones lo que no pueden conseguir con el ejercicio de la democracia.
En su intransigencia absoluta, está impresa la hoja de ruta hacía el precipicio. Caerán en el olvido, irremediablemente, si no cambian pronto de táctica y estrategia. Una sociedad termina por hastiarse de quienes dilapidan sus simpatías jugando al todo o nada. Mucho más cuando empieza a descubrir que sus simpatizados no eran la expresión de “la patria”, sino apenas una factoría de ricos y millonarios que defienden sus silos y bolsillos.
Esas conductas los aíslan por partida múltiple. De la sociedad en primer lugar. De sus bases, en tanto dirigencia agitativa y sin propuestas. De los sectores partidarios, que sin “el campo”, quedarán irremediablemente huérfanos de expresión social.
Cuando los datos de la realidad muestran que en el último fin de semana largo, el turismo nacional batió nuevos record y los pueblos del interior parecían una colmena laboriosa, se hace poco creíble el discurso ruralista de que “está todo mal, todo parado en el campo”.
La otra corporación, la mediática, sufrió en la semana que termina el golpe más duro a su reinado impune. El ocaso empieza a ser su pesadilla.
El fútbol para todos se convirtió, como en un sueño, en la vanguardia popular de la nueva Ley de Medios que el Gobierno presentará en días más. La democracia sirve más y mejor, cuando las mayorías pueden ser escuchadas y transmitidas en vivo y en directo sin restricción alguna.
No es un monopolio cualquiera el que cayó en la justa batida democrática, sino aquel que legalizaba y “legitimaba” en tinta e imagen, el discurso de los injustos.
El oficialismo, de este modo, apuntala sus posiciones sin quedarse fijo al terreno de lo logrado; por el contrario, avanza hasta el límite de lo que ayer nomás parecía un imposible, una utopía.
La recuperación democrática del fútbol, el triunfo holgado en las respectivas votaciones en el Parlamento, la marcha sostenida de la economía, constituyen un solo golpe de masa sobre las profecías del desencanto que divulgan, como almas en pena, los que perdieron la pelota justo cuando les quedó picando en el área chica del equipo contrario. Tarde piaste.
Los errores cometidos desde los cuarteles opositores, ahondan su propia crisis y allana el camino de las políticas gubernamentales. Las allana, pero no las provoca.
Es otro error mayúsculo suponer que las desavenencias entre los opositores explican la marcha victoriosa de quienes gobiernan.
Nadie inventa su belleza con la fealdad de los otros.
El vacío opositor es indisimulable precisamente, por que enfrente hay un proyecto político sólido, hay iniciativas gubernamentales, hay identidad consolidada. Se podrá adherir a ella o no, pero no se la puede negar.
En la semana que se inicia, en Bariloche, la UNASUR volverá a desandar los cien años de soledad de América Latina, convocada por la paz y la solidaridad entre sus pueblos, y seguramente, cerrando una nueva semana cargada de presagios.



Jorge Giles. Miradas al Sur. 23.08.09

No hay comentarios: