viernes, 12 de junio de 2009

MI ÚNICO HEREDERO ES EL PUEBLO


Estamos llegando al tramo final de la campaña electoral.
El proyecto del gobierno exhibe sus logros como una carta de presentación y garantía hacia el futuro inmediato.
La oposición no puede disimular su orfandad de planes alternativos, sus profundas rencillas internas y como si todo esto les resultara insuficiente para su descrédito, aparecen publicados los antecedentes judiciales de algunos de sus principales candidatos.
No coincidimos con quienes afirman que en esta campaña no se discutieron proyectos. Por el contrario. Creemos que, como nunca antes, en las conductas de los candidatos quedaron al trasluz las diferentes y hasta antagónicas visiones del país de los argentinos.
Un país se hace haciendo, no hablando en el vacío.
Tampoco coincidimos con quienes afirman que es esta una “campaña sucia”.
Sucios son los prontuarios de algunas personas.
La justicia actúa, los medios publican y la gente opina.
Hay quienes consienten como válida la evasiva a la justicia y hay otros que opinan que hay que presentarse sin escudarse en los fueros.
Una campaña es sucia cuando se inventan cosas sucias para arrojarlas sobre la honra del adversario. No cuando se publican las investigaciones de periodistas probadamente responsables y honestos que dan cuenta de la ruta del narcotráfico, por ejemplo.
Hay que decir la verdad. No hay que ensuciar la prosa periodística.
Pero en este fin de semana, no queremos detenernos en lo que huele a podrido en algunos campamentos partidarios.
Queremos reflexionar sobre el acto multitudinario en que la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, hizo entrega de las 1.340 viviendas que forman parte de un plan habitacional para los sectores más humildes de la provincia de Buenos Aires.
Ocurrió ayer en José C. Paz, en el territorio más profundo del conurbano bonaerense. Pero podría ocurrir igual en La Matanza, en Merlo, en La Quiaca.
Allí donde los más humildes muestran sus rostros tallados como por un rayo de humanidad y bondad milenarias.
Allí donde el idioma común es la solidaridad a flor de piel entre los pobres.
Allí donde la gente habla también con sus ojos.
Con miradas que conmueven hasta los huesos. Que despiertan todas las memorias.
Que convocan, que aclaran, y vuelven a conmover.
A lo largo de varias cuadras, una verdadera multitud acompañó y celebró cada uno de los conceptos vertidos por Cristina, particularmente los referidos a su objetivo de ayudar a construir un país con igualdad de oportunidades, con escuelas, fábricas y trabajo para todos, a la necesidad de garantizar un crecimiento sostenido a favor del pueblo por veinte años más, a retomar las banderas que hicieron grande este país, en reivindicar el rol esencial de la mujer como sostén principal del núcleo familiar y en comprometerse personalmente en dejar todo de sí para alcanzar, más temprano que tarde, una patria con justicia y equidad social.
“Cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”, afirmó la Presidenta casi al borde de las lágrimas.
Cuando Cristina señaló que celebraba a ese pueblo esclarecido, sintiéndose una más entre ellos, se hizo ver en toda su dimensión, ese paisaje de miradas profundas, alegres hasta el llanto, de las mujeres y los hombres que participaban del encuentro en la soleada tarde.
“Mi único heredero es el pueblo” dijo Perón un día como hoy hace 35 años.
Son ellos, los herederos.
Hay que saber retener en la memoria esas miradas del pueblo. Tomarse de ellas como quien se toma de la mano del otro para caminar más seguro, para ver mejor, para compartir una emoción, una bandera, una causa común.
Ahora que va llegando el día de decidir nuestro voto, hay que medir las conductas de vida y los modelos de país que se enfrentan en las urnas, y poner las cosas en su justo lugar para no perder nunca más la huella.
Los pobres de este país ya sufrieron bastante en el pasado como para truncarles el paso que los lleva a un futuro mejor, de pleno empleo, de esperanzas colectivas.
Los sectores medios que volvieron a recuperarse después de la debacle del 2001 y 2002 no se merecen ver frustrados sus horizontes de recuperación y crecimiento.
En todas esas miradas habrá que ir pensando, a la hora de ponerle un voto de confianza a todo lo hecho hasta aquí. Corrigiendo todo lo que esté mal. Pero sabiendo que lo mejor, aún está por venir.



Jorge Giles. El Argentino. 12.06.09

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué cosa las cacerolas…!

Qué cosa las cacerolas
sin cocinar y golpeadoras
Las de teflón y gorilonas
Neoliberales y saqueadoras

Son los patriotas y cuarteleros
que andan llorando su milonguero

Qué tema las cacerolas
en las manos inquisidoras
Suenan vacías y anunciadoras
Pena de muerte a toda hora

Son del enlace anti-social
que andan salvando un general.

Qué tema las cacerolas
con estos ricos de gataflora
Quieren tener hasta la flora
hasta se pasan de rompe-bolas

Son de la mesa del anti- todo
que andan queriendo un acomodo

Qué tema las cacerolas
traen sonido a “libertadora…”
Harta la gente trabajadora
espera quieta llegue la hora…

Son los que odian lo popular
Que andan buscando dónde anidar…

Poetapueblo- 12/06/09

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