martes, 30 de junio de 2009

CUANDO HABLAN LAS CONVICCIONES

Ayer asistimos a una verdadera prueba de que la democracia argentina está viva, fortalecida y en movimiento.
Es tan fuerte esta democracia que permitió, entre otros hechos, el milagro de evaporación de la presunta maniobra de “fraude” extensamente denunciada por la oposición hasta el día de la elección.
Sólo ganaron por dos puntos en la provincia de Buenos Aires pero, como el oficialismo aceptó hidalgamente el resultado, “acá no pasó nada”, parecieron decir los opositores que festejaron como si hubiesen ganado por 20 puntos de ventaja. Coincidimos con la presunción que si el resultado hubiese sido al revés, la oposición hoy estaría denunciando ante las Naciones Unidas el “fraude oficialista”.
Se produjo, en igual sentido, la ilusión óptica de algunos medios y algunos políticos opositores de apresurarse a subir a un carro triunfalista que está más en su deseo que en la realidad.
Subidos a ese triunfalismo absolutamente desmedido, parecen buscar y provocar con su caprichosa interpretación, una contracara derrotista por parte de las filas oficiales.
El colmo lo volvió a cometer Elisa Carrió, que después de su derrota política estrepitosa en la Ciudad de Buenos Aires, por distintos medios salió a negar la realidad, hasta pretender, incluso, imponer autoritariamente la agenda presidencial.
Todo desde un odio visceral contra el Gobierno. De los desvaríos tampoco se vuelve.
En la primera parte del día, Néstor Kirchner anunció su renuncia a la presidencia del Partido Justicialista y su voluntad de ponerse a trabajar para profundizar el modelo nacional y popular, organizando desde ahora una alternativa fuerte y progresista con vistas a las elecciones presidenciales del 2011.
Por la tarde, la Presidenta transmitió ante los medios de prensa la lectura política oficial en relación a los resultados de los comicios del domingo pasado.
En términos populares, diríamos que el proyecto gobernante mueve fichas todo el tiempo. A diferencia de gobiernos anteriores donde un traspié podría significarles una caída fatal, el actual pareciera fortalecerse en la adversidad, sin desconocerla ni minimizarla.
Intentemos una primera aproximación para explicarnos esta situación, partiendo de la premisa que en democracia, las votaciones pueden ser volátiles, pero los principios y los proyectos de nación, no.
Cuando es autentico, un proyecto político permanece en el tiempo en tanto pueda ser sostenido por la voluntad inquebrantable de los sujetos que lo expresan en cada etapa de la historia; mientras que los resultados electorales en cada coyuntura, sirven para ajustar, modificar, corregir, apuntalar y ratificar el rumbo.
Esto es así al menos para quienes concebimos que la voluntad popular expresada en las urnas, es la sagrada voz de los pueblos que algunas veces premia o castiga y en otras advierte a tiempo.
Cuando los resultados son más repartidos entre opositores y oficialismo, como pareciera ser en este caso, la interpretación se hace más compleja y pone a prueba la capacidad de asimilación y adaptación de cada fuerza política a las nuevas circunstancias.
En el genio de la conducción, se procesará la más inteligente respuesta a los nuevos desafíos, sabiendo que la capacidad de iniciativa política no se declama, se ejerce.
El oficialismo lo hizo ayer, poniendo las cosas en su justo lugar, reconociendo la derrota pero reafirmando el rumbo estratégico de su gestión. No desconoció los resultados, como dicen los medios opositores, que parecen fracasar por estas horas en su intento de hacer hocicar la voluntad del proyecto gobernante.
Lo que no hizo fue rendirse, como le hubiese gustado a más de una porción de la derecha.
Queda claro que el Gobierno y las fuerzas políticas afines, tomaron debida nota de la lección. Lo dijo Kirchner y lo reafirmó Cristina. Aprenderán de los propios errores, reescribirán todo lo que sea necesario en su hoja de ruta y dialogarán con el país federal en todas sus instancias para diseñar la estrategia más inteligente que defienda y profundice el modelo.
Esta es la hora de las convicciones. Que no debieran ser en absoluto contradictorias con la necesidad de articular, abrir y convocar al mayor espacio político posible que ayude a construir los más sólidos cimientos de un modelo nacional que seguirá sosteniendo el rol activo del Estado, las políticas de redistribución de la riqueza y la unidad latinoamericana.


(Jorge Giles. El Argentino. 30.06.09)

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