lunes, 18 de mayo de 2009

GRACIAS POR EL FUEGO

Estamos tristes y no queremos ocultarlo. Murió Mario Benedetti, un poeta mayor, un sobreviviente, una voz de ternura en el combate, un madero flotando en el naufragio de una generación. Algunos amigos tuvieron el privilegio de escucharlo por última vez el día que sorpresivamente lo vieron entrar a la Carpa Blanca docente, en el final del menemismo, y en el saludo dijo algo así: “Buenas tardes, soy Mario Benedetti y vengo a tomar unos mates con ustedes”. Era él. Con su voz de uruguayo universal y mágico empleado de oficina, trayendo su humildad y su solidaridad con los maestros argentinos. Gracias por el fuego, una de sus obras más bellas y los Poemas de Otros, cuidaron nuestras noches y nuestros días más tristes. Pero también acompañaron nuestras más profundas alegrías personales y colectivas. Hasta pronto Poeta. Se lo va extrañar mucho. Y usted sabe por qué.
Lejos de la belleza, los periódicos del domingo no tienen desperdicios.
Los diarios tradicionales de circulación masiva, Clarín y La Nación, reafirmaron su rol de pasquines opositores, titulando catástrofes que pocas horas después fueron denunciadas y desmentidas por fuentes autorizadas.
Destacamos la contundente declaración de la diputada Diana Conti denunciando a Joaquín Morales Sola de mentiroso, directamente.
Las nuevas denuncias periodísticas sobre los negocios mal habidos de uno de los principales referentes de la oposición, Francisco De Narváez,
la aparición, a su lado, de personajes tristemente célebres durante la década menemista, el escándalo que rodea la causa sobre el trafico de la efedrina, la participación en esa causa de los narcos colombianos, todo, todo es de terror en esta Argentina a la que amamos tanto.
La investigación relativa a Alfonso Prat Gay, el candidato de Carrio y el radicalismo para el electorado porteño, indicando la fuga de dinero que habría realizado y la concentración de fortunas en la época del corralito de Cavallo, por parte de quien se presenta como el mascaron de proa de un espacio asentado sobre las banderas de la ética y la moral, todo, todo da temor en esta Argentina nuestra.
La aparición de Gabriela Michetti, considerada como una presunta “cara nueva y fresca” de la derecha comandada por Mauricio Macri, al lado de De Narváez, indica que el menemismo y el duhaldismo están quemando las naves para ganar las próximas elecciones legislativas.
A escasos seis domingos de las cruciales elecciones del 28 de junio próximo, es necesario reflexionar desde la ciudadanía sobre la imperiosa necesidad de no desmemoriar nuestra decisión política.
Sabrá usted seguramente que el que acuñó la frase que sirvió de titulo al formidable libro de Horacio Verbitsky sobre la etapa menemista, “Robo para la corona”, fue el ex Ministro de Carlos Menem, José Luís Manzano. Ese mismo señor aparece hoy como socio y asesor principal de De Narváez. Igual que Mariano Cúneo Libarona, aquel abogado mediático de esa década infame.
Por lo tanto y como decimos en el barrio “ojo al piojo”. Por que no nos merecemos como pueblo que somos, con la historia de luchas, victorias, frustraciones y traiciones que tenemos grabadas en el cuero, volver a soportar a los mismos que nos esquilmaron en el reciente pasado.
No se trata de elegir entre los apóstoles de la moral pública. Ni de optar entre un abanico de calidades posibles sobre políticas de empleo. Tendremos que elegir entre quienes sostienen un modelo que busca el pleno empleo y la redistribución equitativa del ingreso, por un lado y por otro, entre quienes añoran los tiempos políticos y económicos que nos sepultaron en la crisis más grave de nuestra historia hace apenas siete años atrás y por si fuera poco, están al menos sospechados de ser gente de muy mala calaña.
No es el gobierno ni mucho menos el kirchnerismo el que juega su suerte en las próximas elecciones. Es el modelo de país. Es el trabajo. Es el rol activo del Estado en el mercado interno y en la política de unidad latinoamericana.
Esos personajes del pasado son causa y efecto del modelo neoliberal que debemos dejar atrás para siempre. Se trata, entonces, de meter un voto lleno de memoria en las urnas.
Para que no vuelvan a ganarnos los portadores del odio y la intolerancia.

(Jorge Giles - El Argentino. 18.05.09)

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